Los maestros de Nicaragua: cuento digno de Nobel de Literatura

(Publicado en Artículos el 6 de marzo, 2005)

Ingredientes para un cuento digno de Nobel literario: Masaya, pequeña localidad ubicada a 29 kilómetros de la capital de un país de lagos, volcanes y pobreza interminable. El día es sábado 12 del mes del cariño y de la amistad, febrero, pero no hay nada de afecto (ni compasión) en el ambiente. Es un sofocante calor de mediodía, la hora sin sombra en que todos los protestantes son, para variar, sombras desnudas de los que están en el poder.

Premio Nobel

Una huelga: 300 maestros (de miles que habían en las calles) que claman la dignificación del gremio. Un presidente que llega al lugar, pero no a dialogar con ellos (esto de diálogos no le ha resultado con otros dos personajes del mismo país, en otro cuento fantástico digno de Nobel paralelo a éste): llega a inaugurar una sala de emergencias de un hospital local, aunque la situación del magisterio históricamente también ha sido de emergencia. Los maestros, separados de su propio Presidente por una malla y un cordón humano de seguridad policial, se asolean gratuitamente mientras el Mandatario les ignora.

El final perfecto de este cuento – que no es ficción como el lector ya sospecha – sería, como siempre, el más inesperado: digamos, hmmm, que este Presidente respondiera (vulgarmente): “les voy a mandar unas pastillas para que sigan gritando”. Ahí terminaría el cuento fantástico digno de Nobel de Literatura y sólo habría esperar que los suecos nos manden el premio. Pero el cuento (creo haber advertido esto antes) no es cuento, es un hecho que sí sucedió. ¿En qué país que se jacte de “progresista” se observa que el Primer Hombre de la República se burle tan groseramente de los maestros? ¿En qué rayos estaba pensando Bolaños?

Sí, es cierto, la huelga de maestros “ya terminó”. Pero la situación no ha sido resuelta completamente. Analicemos unos números. Salario mensual promedio de un maestro: C$ 1,200.00 sin “bono” incorporado a salario. Unos 70.00 dólares por cada 30 días, a razón de US$ 2.33 cada día. (Supuesto) salario del Presidente: US$ 5,000.00. Más de 82,000.00 córdobas al mes. Es decir, unos C$ 2,7000.00 por día. Lección cómica: el Presidente gana al día más de dos veces lo que gana un maestro en todo el mes. Incluso si le agregamos el infame “bono”. Los números con los ministros y diputados son similares. El egoísmo es, acorazado en la insensibilidad, un monstruo con garras indestructibles y un corazón de plomo. ¿Por qué tuvo que darse tantas manifestaciones de los maestros para que don Enrique y los diputados entendieran lo anterior? ¿Era acaso necesario? ¿A quién representan ellos?

Un informe publicado en CNN informaba, hace unos meses, un estudio comparativo sobre los sueldos estatales a nivel del continente. Comparando los números podríamos ver que, a pesar de ser tan pobres, podemos pagar a los principales mandatarios de todo el continente, ¡y aún nos “sobra” dinero! Pero el filo de la sátira es que no podemos pagar a nuestros propios profesores un sueldo digno y acorde a su relevante papel. El aumento de 700 córdobas sigue siendo una miseria, en comparación con lo que gana el gremio en la región: en Honduras, país tan pobre como el nuestro, un maestro gana más de tres veces lo que gana un maestro nica.

Ya la desigualdad económica es para decir que somos un país de mierda, no porque no hay de otra, sino porque la democracia y la política para los gobernantes más que un deber y un sacrificio es, tristemente, un negocio rentable. Los que menos hacen son los más remunerados. Recursos económicos sí hay, desigualdad también, junto con burla y desprecio. La queja no es por qué los políticos ganan mucho, sino porqué actores sociales tan importantes como los maestros ganan tan poco. ¿Qué tan importante son los maestros para el Estado? ¿Qué es más importante para el futuro de un país: un presidente y noventa diputados o miles de profesores? Don Enrique debería estar avergonzado de haber dado esa declaración.

Pero ante las injusticias, el sol siempre brilla. Mientras los poderosos político-económicamente del país daban la espalda a los maestros, los más palmados prestaron incondicionalmente el apoyo necesario. Los vende-agua-helada de los semáforos regalaron el vital líquido. Las señoras de las pulperías cedieron meneitos o glu-glús y chocolitas. Es simple: se trata de la misma gente que Bolaños parece haber olvidado. Una injusticia hecha a un individuo es una amenaza hecha a toda la sociedad (Montesquieu).

Los maestros son sólo un caso. ¿Qué decir de los médicos, policías, miembros del ejército? Bolaños debe olvidarse por un momento de sus discursos alaba-políticas económicas y de mercado y recordar que su pueblo, el mejor mercado que conoce, es el Oriental, no el de la China emergente ni el de los Tigres Asiáticos, sino el mercado de las mercaderas, de los cargadores, de la Chilo y la Chepa, de los pobres, es decir, el mercado de la mayoría que le dio el voto a don Enrique. En ese mercado la macroeconomía pierde importancia. Lo que se requiere es un Ph. D. en “Cálculos imposibles”, el único que permite alargar un sueldo de miseria lo suficiente para comprar arroz y frijoles y, si se puede, un tantito de carne o pollo para un par de días al mes.

En el caso de los maestros, lo más tragicómico (cuando uno quiere llorar, no queda más que reír) fue la respuesta de los maestros a Bolaños. Uno lo mandó a que se tomara pastillas para los oídos, la vista y sus sentidos. Sólo hicieron falta pastillas para el corazón, pero de ésas ni en el propio día de San Valentín se encuentran en las farmacias y hospitales abandonados de Nicaragua. Otro maestro gritó que ni siquiera para comprar las pastillas les alcanza: pobres los maestros, que no tienen ni donde caer muertos.

¿No será que la solución sería poner de profesores de las escuelas públicas a los diputados y ministros, así como a don Enrique y, a los maestros, en los poderes del Estado? Es casi seguro que así se mejoraría un poquito la realidad de nuestro país, un país ya cansado de sufrir cuentos dignos de Nobel de Literatura de los que nunca aprendemos nada y de los que nunca salimos.

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© Ulises Juárez Polanco v4 | JP, MD, y UJP | 2,541,516 visitas desde 21/09/2011
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