¿Por qué no hacer primarias?

(Publicado en Artículos el 28 de agosto, 2005)

"¿Querés conocer el interior del ser humano?
Basta otorgarle un gran poder." Pitaco de Mytilene

El debate sobre la realización o no de elecciones internas para elegir a los candidatos del próximo proceso electoral se debe reconocer, según mi humilde opinión, como un tema que se ha extendido y acomplejado más de lo necesario. Justifico esta afirmación con las siguientes líneas.

VotoEn primer lugar, en sus constantes transformaciones, los partidos políticos a lo largo del tiempo y en una amplia mayoría de los rincones del mundo, han tenido que abrirse y recorrer nuevos caminos que les permitan acercarse más a la ciudadanía. Si el ciudadano no se siente identificado y representado por un partido político, éste último tiende a desaparecer. La necesidad de poder identificarse con el pueblo es imperativo para un partido político, tan así que, como apunta Juan C. Cisneros en su texto «Elecciones internas: una respuesta a la crisis de partidos», esta posición/realidad de los partidos ha tomado especial fuerza a raíz de la década de los setentas, cuando en el mundo se empezó a utilizar la palabra “crisis” en el entorno de la lucha política, reconociendo la crisis de los partidos políticos con la falta de aceptación en las nuevas generaciones sociales, más cautivadas por formas de participación políticas más ágiles y menos burocráticas.

Por esa razón se introducen en muchos sistemas políticos globales la figura de las elecciones primarias, pasando a partir de ese momento a ser éstas una forma regulada de sus elecciones internas partidistas (con leyes nacionales y reglamentos partidarios internos) y, así ganando, o al menos recuperando, un poco de credibilidad perdida frente a los posibles votantes. Esto también les permite alargar la campaña formal e ir penetrando en la mente del electorado muchísimo antes que inicie el período de propaganda electoral oficial.

¿Por qué no Nicaragua?

En Nicaragua, el panorama es harto conocido. Los dos partidos mayoritarios, que en una muestra de arrogancia política se defienden con el torpe argumento de que ellos representan al 90% del pueblo nicaragüense según resultados de las últimas votaciones (cuando un amplio 40, 60% del mismo grupo apto para votar se abstiene de manera constante), han dejado claro que no realizarán elecciones primarias.

Voto al inodoroUno de los partidos ha decido apostar nuevamente (en un Congreso dudoso) por el candidato perpetuo, a pesar del récord de tres derrotas electorales consecutivas y un creciente rechazo nacional que este aspirante representa (menos del 10% de aceptación popular según últimas estudios), pero convertido ahora en caudillo por la cúpula que dirige a dicha organización, quienes han cerrado espacios a liderazgos crecientes y expulsado a cuantos militantes se les opongan (uno de estos expulsados tenía más de 30 años de militancia y casi un 70% de aceptación popular; el lector seguramente ya conoce el nombre). Los dirigentes del otro partido mayoritario también han dejado claro que “respetarán” –las comillas son intencionales- la voluntad de sus convencionales, aunque los mismos acatan sin cuestionar otra voluntad superior que llega desde una hacienda allá por el Crucero. Insisto: que el pueblo vote por el candidato que dos o tres han impuesto, no es democracia ni aquí ni en la Cochinchina.

Es importante dejar en claro que, al menos desde mi perspectiva, no puede decirse que la política nacional se haya desmoronado, pues aún hay muchas salidas posibles. Lo que sí es evidente es que la intolerancia de los partidos políticos mayoritarios actuales, tanto a nuevos liderazgos como a elecciones internas, abre inquietantes interrogantes y temores. Si el discurso apolillado de estos partidos políticos es un disco rayado de “democratizar” Nicaragua y de permitir la expresión de todos los sectores de Nicaragua, ¿por qué no democratizarse internamente? ¿Por qué no iniciar permitiendo la expresión de todos los sectores existentes a lo interno de sus propios partidos? La pregunta de oro: ¿cómo creerle a un partido que habla de democracia nacional cuando ellos mismos no han practicado la democracia interna?

La crisis de los partidos políticos y de su credibilidad, en especial de aquellos que ya han estado en el poder y ahora pelean de día para dormir juntos de noche (más se unen los hombres para compartir un mismo odio que un mismo amor, decía Jacinto Benavente), se irá solucionando en la medida en que logren desarrollar nuevas estrategias que logren atraer electores y no ahuyentarlos, que es precisamente lo que están haciendo actualmente. El Diario Clarín (Editorial del 13/12/2004) escribe apropiadamente que la percepción de los partidos políticos como las instituciones más afectadas por la corrupción y otros males similares es atribuible a la abundancia de conductas reñidas con la ética pública que se han acumulado en los últimos años, pero también a una crisis más profunda en las formas tradicionales de la representación y la participación política que afecta en su conjunto a las democracias contemporáneas.

Precisamente la crisis política nicaragüense (siguiendo el patrón latinoamericano) se da porque la propia actividad de los partidos políticos es muy restringida: en la práctica ya no buscan como jugar un papel de transformación social; sino, en cambio, procesar/administrar/darle continuidad al status quo vigente. Por eso es que la gente cada vez cree menos en los partidos políticos: se siente menos representada. Los propios partidos políticos han incidido que los asuntos de Estado sean percibidos por el pueblo como cuestión de entendidos en la materia, cuando en realidad, los asuntos del Estado son de todos los ciudadanos.

La participación ciudadana no puede verse confinada a la rutina electoral casi robótica de ir a unas urnas electorales cada 4 ó 5 años. Es triste ver como los últimos años están marcados por la cultura política superficial, el desinterés social, la apatía, el abandono. ¿Se ha terminado de vaciar el discurso político? ¿Ahora la política nicaragüense es sinónima únicamente de estrategias de marketing político basadas en manejo de imagen, de presentación, pero sin contenido? ¿Democracia en Nicaragua es sinónimo de votar y nada más? ¿Ya no son los partidos políticos mayoritarios de Nicaragua agentes de cambio? ¿Por qué transmiten cada vez menos confianza? Las respuestas son exclusivas del lector.

Si lo que buscan los partidos políticos mayoritarios es buscar los medios para realmente estar al servicio de las grandes mayorías, entonces las elecciones primarias –reclamadas por una amplia mayoría de la sociedad civil, y más importante, por los propios militantes de esos partidos mayoritarios- son un primer paso hacia la re-democratización del sistema de partidos políticos que ha gobernado y enjaulado a los nicaragüenses durante la última década.

Sería incapaz de cerrar estas líneas sin antes hacer una observación personal: lo más triste de todo es que, como he señalando en otras opiniones, el FSLN debería ser la luz en estas oscuridades. Si durante la década de los ochentas el reto del FSLN fue democratizar la Revolución, en el 2005 el desafío del Frente debería ser revolucionar la democracia actual. Pero no se está preocupando en hacerle frente a este reto, pues las prácticas de la cúpula/dirigencia del partido caen más en el discurso demagógico vacío e insípido que en una propuesta estructurada y bien razonada.

Fila de votación

Tristemente, la insensibilidad e intolerancia de los partidos políticos mayoritarios no suprime la brutalidad de la crisis política –como creen los dirigentes- únicamente la perfecciona. Es el turno de actuar del pueblo, pues aunque los partidos políticos mayoritarios perpetúen sus prácticas erradas y desafortunadas, la sociedad no se quedará inmóvil ante la falta de respuesta y mal actuar de éstos.

Rio Grande do Sul, Brasil. Agosto de 2005.

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© Ulises Juárez Polanco v4 | JP, MD, y UJP | 2,526,974 visitas desde 21/09/2011
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