Contradebate: ¿Libre comercio?

(Publicado en Artículos el 2 de abril, 2006)

Y esto no es dogmatismo sino realidad. Pero, ¿cuál es la realidad que estamos viendo?

El domingo anterior se publicó mi artículo “¿Libertad y apertura comercial?”, comentando otro con el mismo título, pero sin interrogante, cuyo autor es mi compañero Francisco Enríquez Cabistán. El lector podrá leer hoy en esta página (Opinión de El Nuevo Diario) un nuevo artículo de Cabistán, esta vez, “Los Beneficios del Comercio y su Apertura”, el cual –entiendo- pretende objetar (¿?) mis observaciones, "a través de reflexiones que van dirigidas a que la literatura económica ha demostrado cabalmente el hecho de que la libertad y apertura de comercio es beneficioso para las partes que intercambian comercialmente". Analizando el nuevo artículo con el respeto y mesura que merece un viejo compañero, creo justo dar por terminado el debate sobre la libertad y la apertura comercial, pues Cabistán no responde puntualmente mis comentarios, ofreciendo en cambio un enfoque sobre otro tema, paralelo, pero siempre otro tema. Aún así, me es preciso aclarar detalles importantes.

Primero, en el nuevo artículo de Cabistán se afirma que en el comercio todos ganan, a diferencia de las guerras, lo que a mi parecer, es una posición agradable, o bien, inocente. La realidad es que el comercio mundial y finanzas internacionales se han convertido, en el contexto de globalización y mundialización, en las nuevas guerras del día a día. Peor: las nuevas guerras del comercio también van acompañadas de material bélico. ¿Queda alguien que aún cree que Iraq fue atacada por aquellas armas de destrucción masiva (que nunca encontraron) y no por el petróleo y contratos de “re-construcción”?

Segundo, el argumento basado en el repaso teórico sobre Smith y Ricardo y las teorías de ventajas absolutas y comparativas me parece fascinante, pues me hace recordar mis clases de macroeconomía básica; pero es un argumento insuficiente. Una cosa es la teoría en papel, la otra la teoría en práctica. Me explico: la teoría dice que si yo soy bueno produciendo zapatos pero malo produciendo calcetines, y mi vecino es malo produciendo zapatos pero bueno produciendo calcetines, tenemos la oportunidad de nuestras vidas de hacer negocios: yo le vendo zapatos y mi vecino me vende calcetines. Pero ya quisiéramos que la realidad fuese tan sencilla. De la lista completa negociada en el Cafta, por ejemplo, ¿qué porcentaje es el número de productos en los que Nicaragua tiene ventaja sobre el resto de Centroamérica y con EE.UU.? Competimos, insisto, como babosa (el animalito viscoso) contra un correcaminos. Y nosotros, la babosa, también vamos con los ojos vendados y un yunque a cuestas.

Cabistán no responde con ejemplos concretos (experiencias, países) y, a cambio, plantea que todo este rollo es “simple sentido común”. Y remata con: “sin embargo, cuando se pasa al caso de los países se nos nubla el entendimiento.” Quizás ése es mi error. Dentro de mis limitados conocimientos, no logro considerar a los países y bloques comerciales como simples “equipos de fútbol”, “campamentos”, “grupos de memoria” (¿?) y similares, como presenta Francisco. Mi excusa es que cuando miro por la ventana, observo que esto no es algo de ganar-ganar, sino de sálvese-quien-pueda y/o la más cruda ley-de-la-selva.

En mi nublado conocimiento, aclaro que no tengo nada contra el comercio. Me parece necesario, tanto como una integración eco-política, pero mi crítica va dirigida a que el “libre comercio” en el que vivimos hoy día no es ni libre, ni es comercio. Es por ello que (y aprovechando que Francisco propone algunas lecturas) recomiendo la lectura de los trabajos de Joseph E. Stiglitz, Nóbel de Economía 2001, en especial El malestar en la globalización (claro, el libro completo y no el resumen solapado online). En pocas palabras, don José dice que el comercio ni es la octava maravilla del mundo, ni la plaga mortal que destruirá la humanidad. Es sólo una herramienta. Depende tanto de administradores, árbitros y políticas económicas manipuladas por intereses financieros e ideológicos, así como de eco-políticos de dudosa procedencia e intereses, que sí se termina convirtiendo en algo nocivo, por lo que es necesario reformular el esquema de las economías y finanzas internacionales, procurando mayor equidad a la sociedad global. Es falso, dice don José, que el mercado esté autorregulado.

La premisa de Smith está jubilada y enterrada. El fracaso de las economías mundiales se debe inexcusablemente a la creencia de un mercado que solito resuelva los problemas. La mano ya no es invisible. Es visible y cuenta con muchos tentáculos, como el FMI o el BM o la OMC. Por ello es necesario formatear el disco duro y reiniciar, mientras tanto, “y como expresó Keynes, de seguir así, a largo plazo, todos estaremos muertos”.

Cierro con las propias palabras de Cabistán, que me parecen contundentes para el tema. Pero me refiero al Cabistán de hace dos años, que en su artículo “Democracia globalizada en estampida” (END del 15/02/04), afirmó:

“Claro, los países más poderosos siempre imponen sus decisiones a los pueblos más empobrecidos. Injerencia en todo su esplendor, teniendo como un ‘arma globalizadora’ no sólo los ataques militares, si no además gran influencia económica que poseen. Reglas que en muchas ocasiones vulneran la igualdad entre las naciones, ya sea cuando dominan a lo interno una determinada organización de índole mundial o se impongan los intereses de los países que poseen gran poderío económico.”

Estoy de acuerdo, Cabistán. Así estábamos hace dos años y así estamos ahora. Y la influencia exterminadora crece más y más. Y no miramos esa realidad. De ahí mis comentarios a tu artículo y, de ahí también, esta humilde y afectiva respuesta entre amigos.

En definitiva y para no aburrir a los lectores, yo amo mi nacatamal los domingos. Pero al paso que vamos, no me sorprendería si un día (más pronto que lejano), mi desayuno dominical sea un McCatamal y que, al momento de pedir mi respectivo pinolillo, me queden viendo con cara de “¿Y qué es eso? ¿En qué planeta vivís”, gracias al “libre comercio” que nunca logramos cambiar. Y esto no es dogmatismo sino realidad.

 

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© Ulises Juárez Polanco v4 | JP, MD, y UJP | 2,543,089 visitas desde 21/09/2011
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