Trastorno Narcisista de la Personalidad

(Publicado en Voces el 6 de mayo, 2006)

(Diagnosticando el "carácter nacional" usamericano: Trastorno Narcisista de la Personalidad.)
 

Los políticos y opinadores profesionales en Usamérica adoran hablar sobre el “carácter nacional”, en especial con tonos entusiastas de triunfalismo.

Con frecuencia, ese carácter se tiene como una fuerza noble pero no definida: temprano este año, por ejemplo, el secretario de Seguridad Nacional Michael Chertoff dijo que nuestro carácter nacional –que se presume es benevolente- nos exige acoger a los inmigrantes legales.

Otras veces se debe defender de extranjeros que no nos entienden: el pasado mes, el columnista del Washington Post Jim Hoagland explicó que demasiadas personas de Oriente Próximo son víctimas de la “representación de usamericanos violando, asesinando, bombardeando mezquitas y torturando inocentes, en nombre del carácter nacional”.

Y algunas veces el carácter es un destino político: en Nueva Delhi, durante el mes pasado, el presidente Bush proclamó que “la democracia es más que una forma de gobierno, es la promesa central de nuestro carácter nacional”. Con suerte para India, su carácter nacional comparte la misma característica, de acuerdo con Bush.

¿Puede una nación tener un carácter coherente? Si tomamos la pregunta con seriedad –analizando la realidad más que afirmando nobleza- miramos en el carácter nacional usamericano señales de patología y decadencia, tanto como de salud y vigor. ¿Qué tal si, por motivos de análisis, tratáramos a la nación como a una persona? Una hojeada al Manual de Diagnóstico y Estadístico (DSM, por sus siglas en inglés) de la Asociación de Psiquiatría Usamericana (la Biblia de los profesionales mentales, ahora en su cuarta edición) y una categoría resalta: Trastorno Narcisista de la Personalidad.

 

El DSM describe el trastorno como un “patrón dominante de gran necesidad de admiración (en fantasía o comportamiento), y de falta de empatía” que puede diagnosticarse cuando cualesquiera cinco de estos nueve criterios se cumplen:

  1. un sentido ostentoso de auto-importancia
  2. interés en fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza o amor ideal.
  3. creencia de ser especial y único
  4. necesidad de admiración excesiva
  5. sentido de derecho propio
  6. explotación interpersonal, tomando ventaja de los otros para alcanzar sus propias metas
  7. falta de empatía
  8. con frecuencia envidia de los otros o creencia que los otros son envidiosos de él.
  9. muestra de comportamientos o actitudes arrogantes o altivas

Claro que las tendencias narcisistas de auto-agrandamiento no son únicas de Estados Unidos. Pero dado el predominio del poder usamericano en el mundo, aquí debemos preocuparnos más de las consecuencias de dicho narcisismo.

Este trastorno está presente en los dos partidos, y es necesario prácticamente por todos los políticos dominantes. Cuando la Casa de Representantes debatió la creación del Departamento de Seguridad Nacional en 2002, el demócrata californiano Nancy Pelosi declaró que Usamérica es el “mejor país que alguna vez existió sobre la Tierra”. El republicano texano Dick Armey describió Estados Unidos como “la mejor y más libre nación que el mundo ha conocido”. Respecto al “sentido ostentoso de auto-importancia”, los políticos agrandan los dramáticos gestos retóricos al afirmar que el país es “único y especial”.

Y en cuanto a arrogancia y altivez: al preguntársele en marzo de 2003, durante su conferencia antes de la guerra, si Estados Unidos desafiaría a las Naciones Unidas si fuese a invadir Iraq sin autorización legal, Bush dijo, “si necesitamos actuar, actuaremos, y realmente no necesitamos aprobación de Naciones Unidas para hacerlo”. Bush prologó la promesa de desafiar las leyes usamericanas e internacionales con la frase “cuando se trate de nuestra seguridad”, pero la invasión de Iraq tuvo poco o nada que ver con la seguridad de Estados Unidos para que pudiéramos ignorar esa regla. Aquí, el joven Bush estaba sólo imitando a su padre, quien en febrero de 1991 comentó, mientras Estados Unidos destruía Iraq por primera vez: “EE.UU. tiene una nueva credibilidad. Lo que decimos, se hace.”

Sobre la Guerra del Golfo y la “falta de empatía”: el 13 de febrero de 1991, un avión usamericano disparó contra un bunker en Bagdad. Sin importar que los planificadores militares sabían que era un refugio o pensaban que era un “sitio de control y comando”, un estimado de 300-400 civiles murieron. Colin Powell, entonces Presidente de la Junta de Jefes del Estado Mayor, se refirió a esto como “un inconveniente del poder aéreo”, y dijo que el incidente lo llevó a discutir con el Gral. Norman Schwarzkopf la necesidad “de mirar la lista de objetivos con un poco más de atención”. ¿Era la meta de ese crítica discutir las bajas civiles? No, era cuestionar la eficiencia de bombardear una Bagdad ya bombardeada. En las palabras de Powell: “Hice preguntas como, ‘¿por qué estamos bombardeando los cuarteles generales del Partido Baaz por octava vez? (…) ¿Por qué tenemos en la mira escombros con misiles de un millón de dólares?’”

A Powell, quien después se convertiría en Secretario de Estado durante la primera administración de George W. Bush, se le señaló con regularidad como “la paloma” de esa administración. Quizá podríamos llamar este rango de empatía la marca de una “paloma severa”.

El tema incómodo de la actual Guerra de Iraq nos trae las “fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez”. Aunque hace poco la Secretaria de Estado Condoleezza Rice reconoció errores en la actual Guerra de Iraq –“Hemos cometido errores tácticos, miles de ellos, estoy segura”-, dejó claro que la historia reinvindicará a los oficiales usamericanos por tomar “la decisión estratégica correcta” de invadir. Pero esa pequeña concesión a la realidad fue demasiado para el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, quien respondió, “no sé de qué estaba hablando, para ser perfectamente honesto”.

Si bien es fácil apuntar el narcisismo de líderes desalmados y autoindulgentes, este diagnóstico del Trastorno Narcisista de la Personalidad se aplica al país como conjunto. La creencia que Estados Unidos es único –una brillante “ciudad sobre la colina- tiene raíces profundas, y para muchos un origen divino: 48% de los usamericanos creen que Estados Unidos tiene “una protección especial de Dios”, según un estudio de 2002.

El narcicismo de una sociedad completa también es evidente en su divulgado “sentido de derecho”, definido como “expectativas no razonables de tratamiento especialmente favorable, o conformidad automática a sus expectativas”. Esto es díficil de confrontar, precisamente porque echa raíces de alguna forma en todos nosotros, que no pueden ser removidas con facilidad de su parte más patológica. La amplia mayoría del público usamericano –en comparación con el resto del mundo- vive un estilo de vida tan derrochador que damos pocas señales de estar de acuerdo en renunciar a éste.

Somos el 5% de la población mundial y consumimos cerca de la cuarta parte de toda la energía mundial. Esta estado actual de las cosas es claramente injusto, hecho posible por la coerción y la violencia, y no por una superioridad nacional de los usamericanos. Aún así, la vasta mayoría del público usamericano, e incluso gran parte de la comunidad política de izquierda/progresista, actúan como si la expectativa para este estado actual de las cosas es que continuara. Eso es un narcisismo real, y es el corazón del problema político de Estados Unidos. Aunque limpiáramos los pasillos del Congreso y de la Casa Blanca de cada político corrupto y cruel, la autoindulgencia más profunda de una cultura opulenta quedaría sin tocarse.

El activismo político debe continuar si queremos deshacer las políticas patológicas de aquellos políticos. La crítica hacia el poder concentrando en las élites corporativas que soportan esas políticas es esencial. Pero la auto-reflección necesaria en las esferas colectivas también debe venir a cada uno de nuestros hogares.
 

Robert Jensen es profesor de periodismo en la Universidad de Texas, y miembro de la junta del Third Coast Activist Resource Center. Es el autor de The Heart of Whiteness: Confronting Race, Racism and White Privilege y Citizens of the Empire: The Struggle to Claim Our Humanity.

Texto original en inglés

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© Ulises Juárez Polanco v4 | JP, MD, y UJP | 2,541,751 visitas desde 21/09/2011
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