Versiones

(Traducciones hechas a trabajos literarios de otros autores.)

«Puestos, pues, todos cuantos había en la venta, y algunos en pie, frontero del retablo, y acomodados don Quijote, Sancho, el paje y el primo en los mejores lugares, el trujamán comenzó a decir lo que oirá y verá el que le oyere o viere el capítulo siguiente.»
Capítulo XXV de la Segunda parte del Quijote de Miguel de Cervante.


La Cofradía de los Espadas

(Publicado en Versiones el 30 de enero, 2007)

Incluido en: A Confraria dos Espadas.
Traducción del portugués: Ulises Juárez Polanco.

Fui miembro de la Cofradía de los Espadas. Recuerdo todavía la reunión para escoger el nombre de nuestra Hermandad. Argumenté en aquella ocasión lo importante para nuestra supervivencia de tener nombre y objetivo respetables, di como ejemplo lo que sucedió con la Cofradía de San Martín, una asociación de amantes del vino (capaces, como el personaje de Eça, de vender el alma al diablo por una botella de Romanée-Conti 1858) y recordada como una fraternidad de borrachos que desapareció desmoralizada; en cambio, continuaba existiendo la Cofradía del Santísimo, cuyo objetivo declarado era promover el culto a Dios por medio de la invocación del Santísimo Sacramento. Es decir, necesitábamos tener título y objetivo dignos. Mis colegas respondieron que la sociedad era secreta, que de cierta forma ya nacía (esto fue dicho con ironía) desmoralizada, y que su nombre no tenía la menor importancia, pues no sería divulgado. Añadieron que la masonería y el rosacrucismo tenían originalmente títulos bonitos y respetables objetivos filantrópicos, y acabaron sufriendo todo tipo de acusaciones, de manipulación política llamando al secuestro y al asesinato. Insistí. Pedí que se sugirieran nombres para la Cofradía, lo cual se hizo a final de cuentas. Y pasamos a examinar sobre la mesa diferentes propuestas. Después de discusiones acaloradas, quedaron cuatro nombres: Cofradía de la Buena Cama fue descartado por parecer una asociación de dormilones; Cofradía de los Amantes de la Belleza Femenina, además de muy extenso, fue considerado reduccionista y esteticista, no nos considerábamos estetas en sentido estricto: Picasso tenía razón al odiar lo que denominaba juego estético del ojo y de la mente manejados por los connaisseurs que “apreciaban” la belleza, y al final, ¿qué es “belleza”? Nuestra cofradía era de Cogedores y, como señala el poeta Whitman en un poema titulado con precisión “A Woman Waits for Me”, el sexo contiene todo: cuerpos, almas, significados, desafíos, purezas, delicadezas, resultados, promulgaciones, canciones, órdenes, salud, orgullo, misterio maternal, leche seminal, todas las esperanzas, beneficios, donaciones y concesiones, todas las pasiones, bellezas y delicias de la tierra. Cofradía de los Manos Errantes, sugerido por uno de los poetas de nuestro grupo (teníamos muchos poetas entre nosotros, como es evidente), quien ilustró su propuesta con un poema de John Donne – “Seduction. License my roving hands, and let them go before, behind, between, above, below” – aunque muy pertinente por su sencillez al privilegiar el conocimiento a través del tacto, fue descartado por ser un símbolo rudimentario de nuestros objetivos. En fin, después de mucha discusión, se adoptó el nombre de Cofradía de los Espadas. Los Hermanos más ricos fueron sus principales defensores: los aristócratas sienten atracción por las cosas del submundo, se fascinan por los delincuentes, y el término Espada como sinónimo de Cogedor surgía del mundo marginal; la espada penetra y arremete, al igual que el pene, como lo ven erradamente bandidos e ignorantes en general. Sugerí que si íbamos a usar algún nombre simbólico debería ser el de un árbol ornamental apreciado por sus flores, después de todo, el pene es conocido vulgarmente como palo o garrote, y palo es el nombre genérico de cualquier árbol en muchos lugares de Brasil (si bien, siendo precisos, no el de los arbustos, cuyo tronco es frágil), sólo que mi alegato se fue por la cañería cuando alguien preguntó cuál sería el nombre de la Cofradía, ¿Cofradía de los Palos? ¿de los Troncos?, y no supe responder. Espada, según mis opositores, tenía fuerza vernácula. La plebe, una vez más, daba su valiosa contribución al enriquecimiento de nuestra lengua.

EspadaComo miembro de la Cofradía de los Espadas creía, y aún creo, que la cópula es la única cosa que importa al ser humano. Coger es vivir, no existe nada más, como los poetas muy bien saben. ¿Era necesaria una Hermandad para defender ese axioma absoluto? Desde luego que no. Había prejuicios, pero no nos interesaban; tampoco nos afectaban las represiones sociales y religiosas. Entonces, ¿cuál fue el objetivo de fundar la Cofradía? Muy simple: descubrir como alcanzar, a plenitud, el orgasmo sin eyaculación. La Reina de Aragón, como cuenta Montaigne, mucho antes que ese antiguo reino se uniera al de Castilla en el siglo XV, tras prudente deliberación con su Consejo privado y tomando en cuenta la moderación que la modestia requiere dentro de los matrimonios, estableció como regla el número de seis cópulas por día como límite legal, necesario y competente. O sea, en aquel tiempo un hombre y una mujer copulaban, de manera competente y modesta, seis veces por día. Flaubert, para quien “une once de sperme perdue fatigue plus que trois litres de sang” (ya mencioné esto en uno de mis libros), miraba las seis cópulas por día humanamente imposibles, pero sabemos que Flaubert no era un Espada. Todavía hoy se cree que la única manera de gozar es a través de la eyaculación, olvidando que los chinos hace más de tres mil años afirmaron que el hombre podía tener varios orgasmos continuos sin eyacular y, así, evitar la pérdida de la onza de esperma que fatiga más que una hemorragia de tres litros de sangre (los franceses llaman petite mort al agotamiento que sigue a la eyaculación, por eso uno de sus poetas decía que la carne era triste, pero los brasileños expresan que la carne es débil, en todos los sentidos, lo que me parece más punzante: es peor ser débil que triste). Se calcula que un hombre eyacula en promedio cinco mil veces durante su vida, expulsando un total de un billón de espermatozoides. Todo eso, ¿por qué y para qué? Porque siendo honestos, somos todavía una especie de simio; aún cuando bastaría que sólo algunos operasen así, funcionamos como un banco genético rudimentario. Nosotros, los de la Cofradía de los Espadas, sabíamos que el hombre, librándose de su atrofia simiesca con ayuda de las peculiares virtudes de su mente (nuestro cerebro no es, repito, el de un orangután), puede tener varios orgasmos consecutivos sin eyacular, orgasmos que le daría más placer que aquellos de naturaleza seminal, que limitan al hombre a un instrumento ciego del instinto de preservación de la especie. El resultando nos desbordó de alegría y orgullo: habíamos conseguido, a través de complejos y penosos ejercicios físicos y espirituales, alcanzar el Múltiple Orgasmo Sin Eyaculación, al que nombramos entre nosotros con el acrónimo MOSE. No puedo revelar cuáles “ejercicios” eran esos, ya que el juramento de mantener el secreto me lo impide. Siendo rigurosos, no podría hablar del asunto, ni siquiera de esta manera tan superficial.

La Cofradía de los Espadas funcionó muy bien durante los seis meses siguientes a nuestro extraordinario descubrimiento. Hasta que un día uno de nuestros Cofrades, poeta como yo, solicitó convocar a una Asamblea General de la Cofradía, para relatar un asunto que consideraba de magna importancia. La mujer de él, percibiendo la ausencia de emisión seminal durante la cópula, concluyó que eso podía tener varias razones, que en síntesis serían: o que él estaba economizando el esperma para otra mujer, o entonces fingía sentir placer cuando en verdad actuaba mecánicamente como un robot sin alma. Su mujer incluso llegó a sospechar que nuestro colega se había hecho un implante en el pene para mantenerlo siempre erecto, alegato que con facilidad él demostró falso. A pesar de esto, la mujer del poeta dejó de sentir placer en la cópula, en realidad, ella quería la viscosidad del esperma dentro de su vagina o sobre su piel, para ella esa secreción pegajosa y blanca era un símbolo poderoso de vida. Sexo, como quería Whitman, incluía al final la leche seminal. La mujer no dijo nada, pero con seguridad el deterioramiento de él, macho, representaba el fortalecimiento de ella, hembra. Sin esos ingredientes ella no sentía placer y, aquí viene lo más grave, si ella no sentía placer nuestro cofrade tampoco lo sentía, pues nosotros, los de la Cofradía de los Espadas, queremos (necesitamos) que nuestras mujeres gocen también. Ese es nuestro lema (no lo cito en latín para no parecer engreído, ya usé latín antes): Gozar Haciendo Gozar.

La asamblea quedó en silencio al terminar su explicación nuestro Cofrade. La mayoría de los miembros de la Cofradía estaba presente. Acabábamos de oír palabras inquietantes. Yo, por ejemplo, ya no eyaculaba. Desde que conseguí dominar el Gran Secreto de la Cofradía, el MOSE, ya no producía siquiera una gota de semen, a pesar que todos mis orgasmos fueran mucho más placenteros. ¿Y si mi mujer, a quien amaba tanto, pidiese -y podía hacerlo en cualquier momento- que eyaculase sobre sus delicados senos alabastrinos? Pregunté a uno de los médicos de la Cofradía – había varios médicos entre nosotros- si podría volver a eyacular. La medicina nada sabe sobre sexo, esa es una verdad lamentable, y mi colega respondió que sería muy difícil, teniendo en cuenta que yo, como todos los demás, creamos una fuerte dependencia en aquel condicionamiento físico y espiritual; que él ya había intentado anular esa función con todos los recursos científicos a los que tenía acceso, y no lo logró. Nosotros, al oír la terrible respuesta, quedamos extremadamente consternados. Luego, otros Cofrades confesaron tener el mismo problema, que sus mujeres comenzaban a sentir artificiosa, por tanto aterrador, aquel fuego inagotable.

Así terminó la Cofradía de los Espadas. Antes de la dispersión todos hicimos el juramento con sangre de jamás revelar el secreto del Múltiple Orgasmo Sin Eyaculación y de llevárnoslo a nuestras tumbas. Continuamos teniendo una mujer esperándonos, pero esa mujer debe cambiarse constantemente, antes que descubra que somos diferentes, extraños, capaces de gozar con energía infinita sin derramamiento de semen. No nos podemos enamorar: nuestras relaciones son efímeras. Si, también me convertí en un monstruo y mi único deseo en la vida es ser nuevamente un simio.

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© Ulises Juárez Polanco v4 | JP, MD, y UJP | 2,521,113 visitas desde 21/09/2011
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