Protección Arancelaria, el CAFTA y la espada de Damocles
«La globalización es tan infalible e inevitable como la ley de la gravedad.» Mario Vargas Llosa
En el fascinante mundo de la economía, ahora globalizada con los tratados de libre comercio, el éxito de las empresas y gobiernos radica en piedras angulares como la productividad, calidad y eficiencia. Paradójicamente, en la historia de Nicaragua, nuestros gobiernos han puesto más énfasis en otras prácticas como la protección arancelaria, bajo una variedad de subterfugios, algunos económicos, como proteger a los productos nacionales bajo excentricidades mercantilistas del siglo XVII y XVIII (“si compro carne de Honduras, yo me quedo con la carne y Honduras con el dinero; pero si compro carne de Nicaragua, yo me quedo con la carne y Nicaragua con el dinero”), otros no-económicos, como lo prueba los aranceles altos a los productos provenientes de países con los que tenemos roces políticos (p.e. Colombia).
Ambos casos son peligrosos, pues la protección arancelaria crea inestabilidad económica, dado que las pérdidas en los consumidores son profundamente superiores a la ganancia derivada de estos aranceles. Los estragos de la protección arancelaria se multiplican si añadimos que los gobiernos no han podido implementar medidas convincentes que aseguren mejores productos nacionales a menores precios. Como resultado, en los últimos años el nicaragüense ha debido elegir entre productos-nacionales-altamente-deficientes-pero-“baratos” en una mano o, productos-extranjeros-de-mejor-calidad-pero-seriamente-encarecidos-por-la-protección-arancelaria en la otra.
El 8 de enero próximo, día en que se lanzarán en Washington las negociaciones del CAFTA, se dará un giro de 180°. Este tratado (“abramos fronteras”), de naturaleza antitética a la protección arancelaria (“sellemos fronteras”), trae consigo un enigma: ¿cuáles son las verdaderas intenciones del gobierno alrededor del CAFTA? ¿representa para el Ing. Bolaños un medio o un fin? Si para el gobierno es un medio que, acompañado del Plan Nacional de Desarrollo y de la iniciativa HIPC, formará una tríada capaz de lograr un empuje REAL a nuestra economía, el pueblo puede estar contento y descansar tranquilo. PERO, si para el gobierno el CAFTA es un fin, podemos esperar con certeza absoluta un crecimiento en las importaciones de aspirinas, pues vendrán en un futuro cercano dolores de cabeza acompañados de más desempleo. Este tratado sólo será efectivo si se implementan medidas precisas y necesarias para su éxito, como la creación de infraestructura (caminos, puentes, fábricas) e inversión en educación y capacitación de la población, pues de nada sirve tener un tractor mágico si no se sabe usar. El Presidente y la clase política no deben olvidar lo anterior, aunque ya se encuentran enormes incompatibilidades, como lo demuestra la asignación paupérrima al rubro educación en el Presupuesto del próximo año, condicionado irónicamente, según las autoridades de nuestra economía, por la HIPC, lo cual es una falacia a todas luces.
Un averno económico podría vislumbrarse: ¿qué será del CAFTA sin los resortes o estructuras que materialicen a fondo sus ventajas? Los políticos deben pensar, y pensar a fondo y deprisa, pues el reloj no espera a nadie y el pueblo no perdona. El papel de los que guían nuestra política y nuestra economía es de ser hélice en búsqueda de un mejor cielo, y no de ancla en medio de un complejo rompecabezas. Rompecabezas complejo pues hay matices más allá de las mismas negociaciones del tratado, puestos en evidencia por los comentarios de Collin Powell, homenajeado recientemente en tierra nicaragüense, quién insistía maquiavélicamente durante la reunión de la OMC (Qatar, 2001), que “la mejor arma para controlar el terrorismo era el libre comercio”, o la misma máxima megalomaníatica del presidente Bush (NY, 2001) “o están con nosotros, o están en contra de nosotros”, lo cual indica que cualquier resistencia u oposición a la oleada del libre comercio mundial puede ser razonada como inclinación al terrorismo, y que podría influir en una actitud más pasiva por nuestro gobierno en las negociaciones.
Así al descubierto, el CAFTA será decisivo en nuestro futuro, y su alcance puede ir desde florecimientos o hundimientos económicos como mejores productos a menores precios o todo lo contrario, hasta coloraciones políticas como una repetición de la “diplomacia del dólar” o “política del gran garrote”, etapas que ya se vivieron y hacia donde podemos dirigirnos nuevamente si no creamos las medidas que garanticen las supuestas ventajas del CAFTA.
Por ello, tres cosas son primordiales. Primero, que el gobierno invierta en infraestructura y educación, ambas precisas en el marco de un CAFTA benéfico para los nicaragüenses, segundo, que no se olvide que es mejor prevenir que lamentar, por lo que además se deberán crear “redes de seguridad” en caso que tropecemos y caigamos; y tercero, que las habilidades de nuestros negociadores sean sinceras y fructíferas, porque en su defecto, el CAFTA nos empujará a un abismo de magnitudes demoledoras. Pidámosle así al Señor que las palabras del Dr. Sequeira (Nov. 2003), jefe negociador del equipo nicaragüense, se materialicen: «no se ve que ningún sector dentro del tratado pueda salir golpeado». Juntemos las manos y elevemos en una oración que el próximo 8 de enero no penda sobre nuestras cabezas ninguna espada de Damocles, pues muchas veces el precio de un sueño es muy alto, y éste termina convirtiéndose en pesadilla. Padre nuestro que estás en los cielos…
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