El espejito de juguete: ¿sirve el Derecho Internacional en la realidad actual?
No trataremos de responder la interrogante ¿es necesario el Derecho Internacional?, pues un vistazo imaginario a lo que sería la Comunidad Internacional sin éste nos da la razón inmediata de su obligatoria necesidad. En cambio, debemos centrarnos en: ¿sirve el Derecho Internacional en la realidad actual? La respuesta tiene rasgos tan simples y sencillos que la convierten en complicada.
La primera reflexión para entender la necesidad del Derecho Internacional es alrededor de la importancia del Derecho. Recordemos que el Derecho está presente en todas las épocas de nuestras vidas como personas, antes de nacer y después de morir. Actos tan cotidianos como caminar por el andén, hacer una compra en un supermercado, detener el vehículo en un semáforo, matricularse en una universidad, tener relaciones afectivas o sentimentales, etcétera, tienen algo que ver, por lo menos indirectamente, con lo jurídico. El Derecho no sólo garantiza y protege la libertad, sino que se basa en ella para poder existir.
Al garantizar y proteger nuestra libertad, y al basarse en ella para prescribir conductas debidas, el derecho adquiere su magnitud de regulador social y determinante individual. Pallares expresaba que si el derecho desapareciera la sociedad sólo duraría el tiempo necesario para su propia destrucción, pues el derecho está unido de manera indisoluble con la sociedad, al punto que uno y otro no pueden existir separadamente. Dado que no sólo somos sujetos nacionales, sino mundiales, nace el DIP.
El DIP regula las relaciones de los hombres que rebasan las fronteras de un Estado. El principal interés es el hombre. Nosotros. El DIP nace para un fin último: hacer posible la convivencia humana a nivel de sujetos de la Comunidad Internacional. La naturaleza del DIP proviene de la necesidad de una vida armónica y equilibrada en toda sociedad, puntualizando que el hombre es un ser social, y como tal, en el seno de una sociedad bajo normas jurídicas fundadas en valores como la justicia, la seguridad y el bien común. El DIP es producto de la razón humana.
El primer gran problema del DIP, sin embargo, es su naturaleza no coercitiva, en donde es importante hacer notar la relación entre la moral y la norma jurídica. Actualmente no importa que la imagen de un Estado, frente a la opinión de los demás se deteriore y amerite el desprecio de los Estados si realiza una conducta contraria a la moral. Se cumple el pensamiento de que el fin justifica los medios, pues la regla de conducta moral es incoercible. Es claro que hay problemas.
El Estado-Nación ha mostrado coherentemente cierta insuficiencia para resolver sus problemas propios y, ha evidenciado la necesidad de una interdependencia estrecha con sus semejantes. Pero otro gran problema del DIP actual, es que no es una relación de semejantes, sino de fuertes y débiles. A pesar de todos los bellos esfuerzos, persiste el pensamiento darviniano y la doctrina del más fuerte, y ese, es sin lugar a dudas, uno de los grandes problemas del DIP y la Comunidad Internacional.
Hamlet Hermann[1] nos muestra otro de los grandes problemas del DIP: la Doctrina Preventiva, o conjunto de ideas políticas, sociales y militares que considera válido agredir anticipadamente a un adversario, aún cuando aquel no haya mostrado intenciones para actuar contra los intereses de quien adopta esa línea de pensamiento. Los defensores de esa doctrina se consideran con el derecho de atacar al contrario partiendo de, apenas, una suposición y sin contar con pruebas fehacientes.
Miremos el caso de EU: prefirieron sacrificar a las N.U. antes que frenar sus ansias de dominación. Desataron los demonios de la guerra contra la nación iraquí porque, supuestamente, el gobierno de ese país contaba con armamento de destrucción masiva, mismas que nunca se encontraron y que altas cabezas del gobierno norteño han señalado de inexistentes. La realidad era otra: gastar cientos de miles de millones de dólares en la destrucción de Irak, para posteriormente invertir otros miles de millones en la reconstrucción de lo destruido. Eso es un gran negocio para quienes dirigen Estados Unidos, pero es, en esencia, una cínica acción criminal de lesa humanidad. Y en la materia que nos ocupa, es un ejemplo claro que, sin llegar a afirmar que el DIP no sirve, éste tiene grandes abismos que aún no ha podido vencer.
Esta misma opinión es expresada en términos similares por Joaquín Santiago Rubio[2] al analizar más detalladamente el caso de las N.U. Muchos partidarios fervorosos pretendieron que las N.U. fuese evolucionando hacia un ente con funciones de gobierno mundial. Algunos juristas caracterizaron a la Carta de las Naciones Unidas como algo asimilable a una constitución estatal, es decir, una constitución mundial: un sueño hermoso con toques utópicos. A pesar de la seriedad de la cuestión, las inevitables luchas humanas de poder, impidieron dar a las Naciones Unidas una estructura auténticamente democrática y justa. Se aceptaron determinadas limitaciones pensando que “más vale esto que nada” y que, aún con sus defectos, la nacida ONU podría ser “un primer paso”.
Es obvio: el DIP actual es insuficiente ante el poder. Esto se debe, en nuestra humilde opinión, al realismo, es decir, ese principio de análisis de las relaciones internacionales que se basa en dos puntos cardinales: primero, el criterio rector de las relaciones exteriores de un Estado son sus propios intereses, debidamente jerarquizados a partir de su interés vital. Segundo, el mejor servicio de dicho interés sólo es posible acomodándose a las concretas estructuras de poder que rigen entre los Estados. ¡El poder manda! Así, la hegemonía de los Estados Unidos ha generado un nuevo DIP. Platón lo expresó de modo insuperable: "Hércules estimó que, de acuerdo con el derecho natural, los bienes del más débil y menos vigilante eran propiedad del mejor y del más fuerte"[3]. Ese es el DIP actual.
Morgenthau, el padre del neorrealismo americano, señalaba que una recta apreciación del interés nacional exige, entre otras cosas, no olvidar los valores —los éticos, los jurídicos, los políticos— y el respeto a la letra y el espíritu constitucional. Sin embargo, en las sed apocalíptica del poder por el poder, del fin por cualquier medio, todo lo que esté en contra de lo deseado es ignorado o destruido. La brillante formulación de Morgenthau, quien advirtió a los “idealistas” sobre su error de vivir de espaldas con la realidad pensando exclusivamente en el deber ser sin importar el ser que la realidad misma tiene, derivó en el Leviatán que Hobbes había temido y que actualmente lleva barras y estrellas en su bandera.
La línea de pensamiento y acción que hoy se practica en los círculos de poder no es otra cosa que una nueva señal de la decadencia del DIP mismo. Ésta línea de pensamiento no podrá mantenerse indefinidamente porque, así como ha servido para destruir, también ha logrado armonizar a millones de personas a través del mundo para formar un coro a favor de la paz.
¿Renacerá el DIP y con la fuerza necesaria? Esa es una pregunta válida para reflexionar, porque en los últimos años el DIP ha caído en una enfermedad de decadencia visible. Mientras, nosotros, todos juntos, somos partes íntimas de la respuesta. Depende de nosotros hacer renacer este DIP decadente y hacer del mundo, lo que John Lennon cantaba en Imagine:
Imagine there’s no heaven
It’s easy if you try
No hell below us
Above us only sky
Imagine all the people
living for today…
Referencias:
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[1] Hermann, Hamlet; La doctrina preventiva, Especial: EEUU en guerra, La Insignia. Rep. Dominicana, marzo 23, 2003.
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[2] Santiago Rubio, Joaquín; ¿De qué sirve la ONU?
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[3] Platón; Georgias.
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