Nicaragua: país de hombres, no de ideas
“La política es el departamento ‘Espectáculos’
de la industria.” Frank Zappa
Recuerdo haber leído que en cierta ocasión, en una de sus conferencias en la Universidad de Columbia, se le preguntó a Alfred Adler, el famoso psicólogo y psiquiatra austriaco, qué era más importante, si los ideales o la acción en sí. El fundador de una de las escuelas neofreudiana de psicoanálisis más importantes, sin siquiera permitir que el estudiante terminara la pregunta, respondió, de manera brillante, que la respuesta era sencilla: en ese extraño y pocas veces logrado punto en que la idea se encuentra con la acción, ambos son importantes, pues sin la primera no hay la segunda, y sin la segunda la primera es pérdida de tiempo. El problema – agregó – es que en la práctica, es más fácil “luchar” por un ideal que vivir de acuerdo con ellos.
Narro lo anterior pues me llenó de suma sorpresa (y tristeza) ver la entrevista en un canal local a un aparatoso personaje de la política nacional que – no hay necesidad de decir nombres – una vez fuera un gran crítico de uno de los caudillos criollos, siendo partícipe, a su manera, del movimiento que llevó a la condena de 20 años por corrupción a dicho cabecilla.
Hoy la historia es distinta, casi una ficción cantinflesca: el susodicho ha regresado, con el rabo entre las piernas, al partido que una vez tildó del más corrupto y antidemocrático en toda la historia de Nicaragua. El anterior no es un caso aislado pues suele suceder en Nicaragua. Aquí, un día el político amanece rojinegro, al siguiente amarillo, después verde, y por último rojo, y todo sigue como si nada. ¡Váyanse a ver si estas locuras suceden en otros países!
El premio Nobel Santiago Ramón y Cajal solía bromear que el problema de las ideas es que éstas no duran mucho, por lo que es urgente hacer algo con ellas antes que se vuelvan inservibles. Este humor negro del gran histólogo español me resulta perfecto para ilustrar la realidad de la política nicaragüense: somos país de hombres, no de ideas. A los hombres “fuertes”, esos que ganan el poder con una mano escondida y la otra enguantada, a esos “mero mero”, se les respeta y se les hace un altar para venerarlos. A las ideas, en cambio, se tiran a la basura, no sin antes escupirlas por inservibles. Lo más carnavalesco es que los militontos (usando el término de Frai Betto) de los partidos políticos sólo aceptan las ideas que se les dice que el caudillo dijo primero. Si no las dijo Él, no valen.
Lo preocupante entonces es que el poder y el dinero esclavizan el pensamiento, no únicamente de los políticos actuales, sino de las nuevas generaciones. El mensaje argumentado que lleva a la propuesta sólida se cae en los discursos demagogos de unos pocos. Como apunta el Prof. Luis A. Riveros, el slogan electoral ya trillado de “Yo haré el cambio que vos querrás” podrá sonar bienhechor si uno es un bobo, pero absurdo y alarmante para el ciudadano serio. Esto nos sucedió a los jóvenes que organizamos un Foro-debate con los, en aquel momento, candidatos a la alcaldía de Managua. La respuesta más fácil de uno de los presentes –y que coincidentemente hoy ocupa la silla edilicia –a la interrogante de cuál era su propuesta para la juventud fue, citando textualmente, ofrecer “los puestos que quisiéramos en los lugares que quisiéramos”. ¡Tremenda lección!
El ciudadano desea un conjunto estructurado de propuestas que hagan sentido y no cualquier disparate, pero hoy vivimos en el mundo patas arriba galeanesco en que vale más ser un payaso que tener una propuesta concreta. Ya dejó de ser cierto que las ideas son la mejor arma para triunfar en la lucha política. Si Víctor Hugo alguna vez dijo que las que conducen e impulsan al mundo no son las máquinas, sino las ideas, hoy nuestros políticos han reformulado la premisa dejándola en que “lo que atrasa al mundo son las ideas”.
Quizá el problema es que, parafraseando a una amiga, el dilema de nuestros políticos está en opinar y actuar libremente, o comer diariamente. Y ya sabemos que opción eligen la mayoría, como lo demuestra el político entrevistado que mencionamos al inicio.
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