El oportunismo como ideología actual (De ideologías y otras quimeras)
A mi madre, mujer de ideas firmes y corazón franco.
Sin ningún preaviso, la papa caliente fue lanzada desde la otra mesa: “Y vos, ¿qué ideología tenés?”. La pregunta iba acompañada de miradas inquisitivas y más de algún adjetivo aquí irreproducible, en caso que yo respondiera “mal”. Acerqué mi silla y pedí que me explicaran la pregunta. “Sí hombre, ¿qué sos? ¿Danielista, Frentista, Hertysta, Izquierdista, Arnoldista, Montealegrista, Bolañista, Derechista, Conservador, Proglobalización, Progringos, Antiimperialista?”. Con tanto menú de donde escoger, y yo que me sentía como Borges, siendo varios y ninguno al mismo tiempo. Éstas líneas son una reflexión sobre dicha pregunta.
Sé que siento con el lado izquierdo de mi corazón, pero pienso con ambos hemisferios de mi cerebro. Quizá lo más cómodo (obviamente no negativo) es responder “soy nicaragüense”, como toda la gente hace. Pero esto plantea un debate muy interesante: todos nos proclamamos nicaragüenses y todos sabemos que aquí hay problemas, pero a la vez todos tenemos distintas formas de enfocar la solución a dichos problemas. Henos aquí con el polémico concepto de ideología, esas opciones a que se referían el grupo de universitarios ese día. Sobre este concepto quiero extenderme en los siguientes párrafos, en especial cuando en los últimos días se ha abierto un atractivísimo debate a raíz de artículos de Orlando Núñez Soto, que justifican el pacto liberosandinista.
Etimológicamente, ideología (ideos, idea; logos, ciencia = ciencia de las ideas) se remonta al siglo XVIII y XIX, y es el conjunto de creencias que una sociedad o grupo esgrime como ideario o credo. Tienen un abrigo común y normas profundas o códigos que guían el comportamiento político, y por eso W. A. Mullins insiste que las ideologías son un activo agente de cambio histórico. En un sistema político serio, organizado, y limpio, la ideología es conveniente políticamente, incluso necesaria.
Innumerables autores vienen señalando desde hace rato (Heidegger, Nietzsche, dos ejemplos clásicos) y más críticamente en los últimos 20, 30 años, el creciente y paulatino rechazo hacia la palabra “ideología”, ya que se ha utilizado excesiva, enfermiza y ambiguamente para justificar acciones injustificables (como los pactos liberosandinistas). Este llamado ocaso de las ideologías, una extensa y no-agotada discusión que surge después del final de la Guerra Fría, se resume en el abandono progresivo y desinterés en los temas ideológicos tradicionales (vinculados a la concepción del ser humano y al rol del Estado), para centrarse en el uso (y abuso) de esa palabrita mágica conocida como poder, visto desde el “cómo obtenerlo a la mayor brevedad posible” y del “qué hacer (y deshacer) con él”, enfoques extremos del realismo político de Morgenthau y del propio Dr. K Henry Kissinger.
Las ideologías han ido perdiendo el filo con el paso de los años y han ido muriendo, convirtiéndose en simples pragmatismos. Esto es peligroso. En política, “ideología” es antónimo de “pragmatismo”, porque éste último sólo implica acción y la primera requiere conocimiento antes de la acción. Pero mundialmente, estamos viviendo la era de las “ideologías pragmáticas”, sistema de ideas y acciones que aplican los partidos políticos desde el “dónde estoy” hasta “dónde quiero llegar”. Estas ideologías pragmáticas, comparables a decir un “ciego que ve”, por la contradicción contenida en sí misma, son más palpables y más acentuadas en América Latina y en los países más subdesarrollados, como Nicaragua.
El ocaso de las ideologías es una especie de cansancio generalizado para defender ideales y metas comunes. La gente está cansada de conflictos, y de eso no hay dudas. La población ya no quiere saber de ideologías, sino de cómo comer, cómo vestirse, cómo pagar sus abultadas deudas. Las ideologías desafortunadamente no dan de comer al pueblo (a los seudopolíticos quizá sí). El castigo de aquellos que no se interesan por la política, es que serán gobernados por aquellos que sí se interesan (Toynbee), aunque estos últimos sean oportunistas que, insertados en partidos políticos que colectivamente han olvidado sus ideologías originales, devoran todo a su paso, manipulando el concepto de democracia, que podemos ironizar llamándole el poder ejercido por las minorías en estafa de las mayorías.
Entramos a terreno meramente pinolero. Si consultamos un diccionario de filosofía, la democracia derechista insiste en asegurar más la libertad que la igualdad de los ciudadanos; mientras que la democracia izquierdista insiste en asegurar más la igualdad que la libertad de los ciudadanos. Ahora bien, ¿tenemos en Nicaragua partidos políticos identificados plenamente con sus ideologías originales? La respuesta es obvia: no. En Nicaragua tenemos partidos que actúan en base a ideologías pragmáticas, es decir, en base a oportunidades políticas reales o potenciales.
Nuestra derecha recalcitrante –actualmente “identificada” en el PLC- es una viva muestra de oportunismo político, de sacarle el jugo a las circunstancias, como lo han venido demostrando las victorias de derecha en los últimos 15 años, en que han llegado al poder aprovechándose del conflicto bélico primero, y de la imagen negativa de la izquierda después, e incluso de factores externos como el 11 de Septiembre. ¿Ideólogos de derecha visibles en Nicaragua? Ninguno. ¿Oportunistas de derecha? Muchos.
Ahora veamos la izquierda -identificada en el FLSN-. A pesar que debería ser lumbrera dentro de las contradicciones actuales, la izquierda es para mí, la que más está vacía de ideología. El FSLN desde la derrota electoral del 90 no encuentra valores ni teorías necesarias para seguir adelante por el interés del pueblo, y sus seudoideólogos han probado de todo para volver al poder, desde enfocarse en las virtudes del líder sempiterno, hasta mágicos colores rosados y amarillos y la doctrina/experimento del “poder del amor”, que poco o nada tienen que ver con una verdadera izquierda, y por eso no es de extrañarse que se vayan dando golpes contra las paredes como un ciego desesperado. Pareciera, paradójicamente, que el discurso oficial actual del FSLN es atacar al adversario (PLC) y no proyectarse ellos mismos, lo cual fue, como mencionamos unas líneas arribas, la forma oportunista en que la seudoderecha subió al poder en 1990. Qué cómica que es la vida política en Nicaragua.
De la seudoizquierda quiero referirme más. La crisis del FLSN (porque ojo, es crisis, aunque el anillo orteguista no lo quiera aceptar públicamente) deviene precisamente en su vacío ideológico. Recordemos que la ideología es tanto “cómo se piensa”, como “aquello que se hace o actúa”. Por eso resulta irrisorio creerle a una dirigencia que mientras habla de sentir las necesidades del proletariado, de los campesinos y trabajadores, viajan en Mercedes Benz del año, vivan en mansiones lujosas y sean dueños de grandes extensiones de tierra. Aclaro que esto no es pecado, pero tener doble moral sí lo es. Quizá por eso, el Movimiento de Herty Lewites va ganando fuerza, y quizá por eso Alejandro Martínez Cuenca goza de un respeto permanente, pues se presentan tal y como son, sin doble moral, con un renovado pensamiento. Duele leer, por ejemplo, las memorias históricas de Tomás Borge, Omar Cabezas, Bayardo Arce y los propios poemas de juventud de Daniel Ortega y Rosario Murillo, y darnos cuenta que, como en el poema de Machado, ellos “hoy se han convertido en aquello contra lo que luchaban cuando tenían 20 años”. Tampoco mi mente me permite olvidar aquel dicho en el que se afirma que el joven es socialista hasta que el capitalismo le da una oportunidad. Y ellos ya aparentemente han tenido la suya, a costa de sacrificar sus valores ideológicos.
Indudablemente, nuestros políticos –tanto de izquierda como de derecha – sufren (o disfrutan, mejor dicho) del olvido de sus ideologías, y por eso justifican el vivir el día a día y disfrutar lo que se pueda mientras se pueda. Y el resto de nuestros 5.5 millones de hermanos nicaragüenses, sufrimos las consecuencias. Nuestra política es de hombres y mujeres, no de ideas. Hoy tenemos una manada de lobos, y mañana tendremos otra. Este fenómeno, anómalo desde el punto de vista de las ciencias políticas, se identifica llenamente cuando comprobamos que en Nicaragua la gente vota a favor (generalmente en contra) de personas específicas, sin tomar en consideración los planes estratégicos o partidas ideológicas.
¿Es el FSLN de izquierda? ¿Es el PLC de derecha? Jajajaja, con permiso, ¡difiero! ¿Y usted, amigo lector, qué es? ¿Aún cree en ideologías? Cuéntenos sus experiencias, porque esta plática, como todas las buenas cosas de la vida, debe continuar. Invito cordialmente al debate.
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