El marketing político del 19 de julio
(Símbolos presentes y realidades pendientes)
No cabe duda que la magia y fervor de los cantos y sentimientos revolucionarios siguen tan efectivos como hace 26 años. Esto quedó demostrado en la celebración del XXVI Aniversario del triunfo de la Revolución Popular Sandinista. Lo nuevo este año fue la cantidad de nuevos símbolos propios de marketing político. Este 19 de julio se debe reconocer como uno de los mejores en los últimos años, hablando estrictamente a nivel organizacional y de espectáculos brindados. Pero es obligatorio mencionar –para ser objetivos- que las técnicas de mercadeo político este año corresponden a una intensa campaña partidaria/electoral y no a una celebración nacional. No me acusen de inventar la máquina para sentir el aire, sólo busco mencionar todas las peculiaridades de esta celebración.
Destacó rasamente el uso agresivo de elementos de simbología, discurso y psicología política, pilares del marketing político. La teoría nos dice que un uso agresivo suele pertenecer a la búsqueda desesperada de la creación y aceptación de las masas de un “liderazgo”, sea real, potencial o ficticio; por eso la persistente combinación de la comercialización de la personalidad, carácter, intereses, carisma y sobre todo, la capacidad dirigencial y de convergencia, y así hacer nacer (o resurgir) un líder ante los ojos del pueblo: este 19 de julio, don Daniel Ortega Saavedra fue un producto de mercado; no así la victoria sobre la dictadura somocista. Ésta última fue lo menos importante. Para sustentar estas afirmaciones tengo varios ejemplos. Seré breve por razones de espacio; además, cada imagen, símbolo, colores, logos, slogans, y en general, el conjunto de los instrumentos de promoción utilizados en la celebración, hablan por sí mismos, tanto como la manipulación de éstos en busca de réditos electorales-políticos.
En primer lugar, destaca la imagen recurrente de Daniel. Ni en los cierres de campaña electorales de los últimos años se ha observado ese culto a la personalidad de Daniel. Rompiendo los cánones izquierdistas de no-culto a personas vivas, la imagen de Daniel saturó todos los rincones del 19 de julio: el rostro de Daniel, en la misma pose de la campaña del 90 “Todo será mejor”, ahora envejecido 15 años después, buscando el mismo objetivo. O bien, el otro afiche oficial en que se distinguía el rostro de Sandino, al lado del cual se hallaba una muchacha en traje típico y, abajo, infaltable, la firma “Daniel”. Que el lector saque sus propias conclusiones de este “liderazgo”. Es suficiente decir que, como he señalado anteriormente, Ortega sigue confundiendo el poder que sí tiene, con la grandeza que un día tuvo y que al paso que va, nunca más tendrá.
Otro ejemplo explícito fue observar más banderas rojinegras que azul y blanco. No, no soy ingenuo, pero no se puede obviar el doble contraste: el primero con las marchas del 16 de junio (Managua) y 17 de julio (Granada), en donde el color mayoritario era el azul y blanco; el segundo, y éste sí da risa, el contraste con la publicidad oficial, en que –como no- predominaba el rosado, amarillo y celeste.
Sigamos ahora con el podio oficial. ¿Alguien le prestó mente? ¿Qué rayos significaba ese 2? Ya sé que me dirán que es el número de casilla electoral, pero, ¿acaso ese DOS (Daniel Ortega Saavedra) no se presta a juegos subliminales? ¡Claro que sí! O es eso, o es que el tiro les salió por la culata, y como bromeaba con un amigo, ese 2 significa el perenne segundo lugar en todas las elecciones en la última década y media. Hablando de tiros por la culata, ¿qué tal el momento en que doña Rosario Murillo hablaba y detrás de ella se abría una jaula llena de palomas y, para tragicomedia de las cámaras de televisión, las benditas palomas no querían volar (hubo necesidad de que muchachos del Macehuatl las espantaran para que emprendieran vuelo)? Esa imagen habla más que mil palabras: la libertad no sólo se habla en micrófonos, se demuestra en acciones.
Transmitir el sentimiento de reconciliación fue otro claro objetivo de la simbología de este 19 de julio. Aquí tenemos los ejemplos de la escenografía de fondo, en donde destacaba la imagen de una iglesia. La presencia, a “título personal”, de delegados de la Iglesia Católica, así como de otros políticos (p.e. Morales Carazo) fue marcada, pero el primer lugar se lo llevó el altar a la Virgen, detrás del podio oficial. Así también, ante las críticas del acto/espectáculo familiar del año pasado (este año no hubo cantos de ópera), este año destacó la presencia de grupos musicales caribeños, algo admirable tomando en consideración las cuentas pendientes del FLSN con nuestra Costa Caribe.
Pero como es de esperarse, en el marketing político hay fachadas. Así, la notoria exclusión de las canciones de don Carlos Mejía Godoy –esa leyenda viviente, más sandinista que mil Daniel juntos- fue lamentable. Asimismo, casi lloro cuando noté que la Concha Acústica, esa majestuosa obra diseñada precisamente para esta clase de actos masivos (y la cual, más que de Herty Lewites, es de toda Managua sin distingos políticos) quedó relegada al fondo, tirada, olvidada, en desuso, tapada. Esto es un costo grande en una valoración de marketing político, ya que si el theme del acto fue la reconciliación, unión, perdón, éstos no se demostraron. ¡Eran fachadas tácticas!
¿Otros errores? Con gusto los menciono: que doña Rosario haya abierto oficialmente el acto, más que sumar puntos, los resta. Y peor cuando posteriormente, ella misma presenta a Daniel. Simbología básica 101. Si yo fuera un producto de mercado que en los últimos años he sido criticado abiertamente, ¿a quien, que intentase venderme, le creería más usted como posible comprador: a un pariente directo mío que habla mil bondades de mí, o un desconocido que le dice que, después de probarme, yo soy útil? Respuesta lógica.
Ah, y si el Frente (Orteguista) en Reconciliación nacional es Paz y Progreso, ¿qué tal la reconciliación interna? ¿Dónde estaban los otro siete Comandantes de la Revolución? ¿Dónde estaban? ¿Acaso no era una fiesta nacional? ¿Dónde estaba Tomás Borge, relegado a las llanuras solitarias de una tarima secundaria? Más preguntas: ¿qué le dieron a don Agustín Jarquín Anaya para que, perdiendo la credibilidad que aún tenía, se lanzara el discurso más danielista de los últimos 15 años, sólo superado por el posterior discurso de Daniel? El discurso de Daniel, si se tratase de un examen de psicología política, estaría reprobado. Daniel ya tiene ganado el voto cautivo de la militancia sandinista, no debe preocuparse por él; su preocupación debe ser el 40% “sin partido” que existe actualmente. Pero su discurso fue un ataque frontal lleno de intolerancia y autoritarismo a los organizadores de las marchas, a los críticos, a los dudosos, a todo aquel que no sea orteguista… y la tolerancia y reconciliación, ¿dónde quedaron? Sólo imagino cuanto miedo tiene Daniel de llegar a la edad de Bolaños sin acariciar de nuevo la banda presidencial.
Obviamente, hicieron falta otros símbolos: símbolos alusivos a la piñata, a la intolerancia democrática y a la apertura de nuevos liderazgos, al pacto con Arnoldo Alemán, al caso Zoilamérica, a las amenazas a la libertad de expresión, a los Mercedes Benz de lujo y a los latifundios de la cúpula orteguista. Supongo que esos símbolos quedarán pendientes para otro 19 de julio, quizá un verdadero 19 de julio, cuando sea una fiesta nacional y no plataforma electoral de un candidato. En términos de organización y espectáculo brindado, el matrimonio Ortega-Murillo se sacó un 100, pero en términos de marketing político, no llegan ni al 60. Ya veremos que sucede el próximo año.
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