Nepal y Venezuela

(Publicado en Voces el 10 de abril, 2006)

Cualquier vistazo serio y honesto al movimiento Maoísta en Nepal sólo puede transmitir la verdad de que la agenda principal es establecer las instituciones democráticas esenciales para permitir delegar el poder económico y político a las masas. Los Maoístas pueden afirmar con valentía que en cada negociación tenida con el Rey y las fuerzas parlamentarias, han pedido una asamblea constituyente incondicional, en la que las diferentes fuerzas políticas puedan ir con sus estructuras políticas preferidas y pedir el voto del pueblo. Y, por supuesto, han demandando la sumisión del ejército nacional al gobierno democrático. Sólo una asamblea electa de manera democrática, que tenga representantes de la mayoría explotada y oprimida, tiene la capacidad de proveer una constitución democrática. Caso contrario, una constitución está destina a ser un compromiso ecléctico entre los ya poderosos intereses creados, a como ha sucedido repetidas ocasiones en Nepal y en muchos otros países “democráticos”. Por otro lado, ¿qué nación moderna puede negar abiertamente la “profesionalización” de las fuerzas armadas, dada la capacidad de lastimar los desvirtuados intereses democráticos y el servilismo a esos intereses?

Nepal

Lo Maoístas tienen tiempo y, una vez más, enfatizan su compromiso teorizado con suficiencia de una democracia republicana y multipartidaria, así como a la “competición política” que ésta representa. Saben que la lucha por la meta final, la del socialismo y comunismo, será tensa y larga, considerando “el balance de la lucha de clases y la situación internacional”. Como enfatiza Prachanda (N. del T.: Pushpa Kamal Dahal, conocido como Presidente Prachanda o Camarada Prachanda, líder del Partido Comunista de Nepal, Maoísta), esta posición “es política, no táctica” (1). ¿Acaso este énfasis disminuye la agenda revolucionaria de los Maoístas? Para nada. Cuando Mao llamó a colocar las políticas al mando, y a las armas bajo este mando, hablaba de la preparación de las fuerzas revolucionarias para cambiar de acuerdo a las exigencias de la lucha de clases y la revolución. Los Maoístas están luchando por el establecimiento de una estructura política básica que libere las energías de las masas nepalesas oprimidas y explotadas, hacia una lucha de clases intensificada, creando las condiciones de un proceso, sin tropiezos, de autoorganización de la clase trabajadora.

En este tema, la valoración del conocido marxista hindú sobre la posición del movimiento nepalés dentro los movimientos revolucionarios de la post Guerra Fría, es bastante apto: “América Latina está emergiendo como una zona particularmente importante de lucha de clases contra el capital internacional. Así, lejos, en otro continente, Nepal ejemplifica que, a pesar de las probabilidades, el pueblo continuará luchando por la vida más allá del capitalista establecido u las órdenes sociales de naturaleza feudal. En este renacido proceso revolucionario, aparte de la revolución bolivariana liderada por Chávez en Venezuela, el movimiento liderado en Nepal por el Partido Comunista (Maoísta) – popularmente llamado como la Guerra Popular – es sin dudas la lucha popular más significativa por la libertad y la democracia en el mundo”. (2)

Esta comparación entre las experiencias de América Latina y las del movimiento Maoísta nepalés tiene mucho valor. Ambas se dirigen hacia ejercicios políticos sin precedentes en el movimiento revolucionario mundial. En América Latina (Venezuela, Argentina y otros) y Nepal, estamos presenciando, de forma literal, lo que Marx sospechó, “la completa y total súper-incumbencia de la sociedad oficial [de capitalismo global] siendo lanzada al vacío”. (3)

En Venezuela (y América Latina, en general), la complejidad de la transformación revolucionaria nace de la prolongación de la maquinaria estatal capitalista y su hegemonía, en una mano y, en la otra, la contradicción de la democracia burguesa, que juntas colocaron a las fuerzas revolucionarias al mando. En este panorama, existe una gran presión dentro del estado y la sociedad capitalista de de-radicalizar las fuerzas sociales detrás de la agitación, amoldando sus liderazgos. La solidez de las fuerzas revolucionarias, por otro lado, será determinada por su habilidad de retar la prolongada hegemonía y el peligro de su propio amoldamiento, facilitando la tarea de construir y sostener organizaciones democráticas radicales alternativas (“autogobierno de los productores”), mientras subordinan el Estado a ellos. “Sólo en el grado en que el estado se convierta, de un órgano ubicado arriba de la sociedad, a uno completamente subordinado a ella, puede la clase trabajadora tener éxito en deshacerse de toda esa mugre antigua y alistarse a encontrar una nueva sociedad” (4) Las Asambleas Barriales en Argentina y la práctica de co-dirigencia (una alianza entre los trabajadores de una empresa y la sociedad) en Venezuela pretenden trascender la práctica oficializada de socialismo estático y auto-dirigencia “seccionalista”, al establecer un naciente control “social” sobre la producción.

El capitalismo moderno depende con fuerza de la democracia representativa como sistema político para reproducir las condiciones generales de la acumulación capitalista. Por eso, “el problema crucial de las personas a cargo es ser capaz de continuar con los negocios en marcha, sin la interferencia de los de abajo, pero al mismo tiempo proveer suficientes oportunidades de participación política para no poner la legitimidad del sistema en duda… El parlamentarismo hace esto posible: de manera simultánea consagra el principio de inclusión popular y el de exclusión popular”. Es decir, “des-populariza” la construcción de políticas y limita el impacto de la contradicción de clases. (5)

Ergo, la práctica de “democracia participativa y protagonista en la sociedad como un todo, la idea del pueblo decidiendo en comunidad sus necesidades y, en comunidad, decidiendo su actividad productiva” es sin dudas una crisis grave para el capitalismo global. Esta práctica calla todas las delicadezas metafísicas y refinamientos teóricos que caracterizan las relaciones de mercado (que presentan la realidad capitalista con distorsión), dividiendo al trabajador colectivo en varias identidades (consumidores, ciudadanos, trabajadores desempleados, formales o informales) y concibe la competición entre ellos. Esta práctica ahora les da el derecho de determinar sus propios destinos, de descubrir “el potencial creativo de cada ser humano y el uso total de su personalidad en una sociedad democrática”, como previsto en la Constitución Bolivariana de Venezuela. (6)

En Nepal, en la otra mano, traiciones constantes al movimiento democrático por parte de la Monarquía y los demócratas han enterrado una y otra vez el surgimiento potencial de la semblanza mínima para una democracia popular. Por tanto, el movimiento ha estado restricto por la pequeña burguesía, quienes se alimentan sin vergüenza de la ayuda internacional y del “régimen de repartición” existente. Cada vez que el movimiento parece integrarse en la lucha por las necesidades básicas del campesinado pobre, de los sin tierras y de los proletarios, se fragua algún pacto para reprimir el potencial tajante del movimiento.

El éxito de los Maoístas está en integrar lo más remoto de la sociedad nepalesa con la lucha principal por la democracia popular. Expusieron el índice de clases sociales en los ejercicios democráticos formales de 1990. Demostraron cómo las instituciones democráticas formales que emergieron en Nepal con los pactos de la realeza, terratenientes y la crema y nata de la pequeña burguesía, junto con el imperialismo global, sólo fueron diseñados para integrar los intereses neo-hegemónicos, las agencias locales de comercialización, dependencia y acumulación primitiva.

En este aspecto, no debemos olvidar que la lucha armada fue el mayor catalizador de los logros del movimiento Maoísta. Primero, fue un estímulo auténtico para la auto-confianza y la autodefensa de los oprimidos y explotados en Nepal. Segundo, permitió la sostenibilidad de la politización y práctica democrática de los oprimidos no diluidos en las influencias coercitivas hegemónicas. El surgimiento virtual de un poder dual podría ser posible sólo si tiene su propio mecanismo de defensa. La Guerra Popular -con una década de duración- y las reformas agrícolas radicales llevadas a cabo en el campo con alternativas a las instituciones democráticas incipientes, han radicalizado a la sociedad nepalesa. Detuvieron el continuo drenaje de los recursos naturales y humanos de Nepal, usados antes para beneficios económicos, diversión y seguridad de las fuerzas hegemónicas externas, permitido por los terratenientes, comerciantes y corporaciones de Nepal, siempre bajo la dirección de la realeza. Una y otra vez, todas estas fuerzas combinadas han barrido las aspiraciones democráticas de la sociedad nepalesa, en nombre de mantener la estabilidad, aunque permitiendo una “transformación controlada de la economía para ajustarse al cálculo imperialista” (7).

El aumento Maoísta liberó las potencialidades de la política y economía nepalesa. La reciente alianza entre los Maoístas y otras fuerzas democráticas en Nepal puede verse, en una mano, como la recuperación de las “fuerzas intermedias” (usando la frase de Mao) y, en la otra, como una unidad nacional entre los sectores explotados y oprimidos de la sociedad. Aún más, marca la voluntad de retar a la “democracia desde arriba” existente, a través de la naciente “democracia desde abajo”, para lograr así una “competencia política” entre ellas. Es por esto que entendemos el movimiento Maoísta como parte de una lucha global por la libertad, democracia y socialismo. Tendremos que esperar y ver cuáles son las especificaciones que adquirirá la lucha nepalesa. ¿O será otra saga de traición histórica perpetrada por las fuerzas del capitalismo y la coalición local gobernante?

Al mirar la forma en que el imperialismo global se ha hiperactivizado hoy, con sus ideologías y ejércitos, uno sólo puede confiar en las clases trabajadoras del mundo, con sus “concurrencias fraternales”, para defender estos movimientos por la transformación social. Deben darse cuenta de su “deber de dominar los misterios de la política internacional; de observar los actos diplomáticos de sus respectivos gobiernos; de contrarrestarlos si es necesario por todos los medios posibles; de no poder prevenir, combatir en denuncias simultáneas; así como reivindicar las leyes y valores morales básicos y la justicia, que deben gobernar las relaciones de los individuos, así como las reglas supremas de interrelación de las naciones. La lucha por esa clase de política exterior es parte de la lucha general por la emancipación de las clases trabajadoras”. (8)

Notas:

(1) “Interview with Prachanda”, The Hindu (extractos publicados el 8, 9 y 10 de febrero, 2006). Texto completo.

(2) Randhir Singh (2005), “Foreword” en Baburam Bhattarai, Monarquía contra Democracia: La Lucha Épica en Nepal, Samkaleen Teesari Duniya, Nueva Delhi, pp.vii. Disponible aquí.

(3) Karl Marx & Federico Engels (1848), El Manifiesto del Partido Comunista (Capítulo 1). Disponible aquí.

(4) Michael Lebowitz (2003), Beyond Capital (2nd Edition), Palgrave, pp.196

(5) Ralph Miliband (1982), Capitalist Democracy in Britain, Oxford University Press, Oxford, pp.38

(6) Michael Lebowitz (2005), “Constructing Co-Management in Venezuela: Contradictions along the Path”. Disponible aquí.  

(7) Baburam Bhattarai (2003), The Nature of Underdevelopment and Regional Structure of Nepal: A Marxist Analysis, Adroit Publishers, Delhi, pp.46

(8) Karl Marx (1864), “Inaugural Address of the International Working Men’s Association”. Disponible aquí.

Texto original en inglés

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© Ulises Juárez Polanco v4 | JP, MD, y UJP | 2,651,187 visitas desde 21/09/2011
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