¿Qué quiso decir Condeleezza Rice?
(Sobre las "Ideologías de odio")
En el programa Meet the Press de NBC del 26 de marzo, Condoleezza Rice le dijo a Tim Russert, “Saddam no tenía vinculación con los eventos del 11/09. Pero si alguien cree que lo único que ocurrió ese día fueron aviones estrellándose contra los rascacielos, creo que tienen una perspectiva reducida de lo que enfrentamos el 11/09. Afrontamos el resultado de una ideología de odio de todo Oriente Próximo con la que teníamos que lidiar. Saddam Hussein era parte de ese Oriente Próximo viejo. El nuevo Iraq será parte de un Oriente Próximo nuevo, y todos nosotros estaremos más seguros”.
Russert pudo haber preguntado si los nuevos y liberados Afganistán e Iraq representan alguna mejora en el tema del odio. En el viejo, para la vergüenza de la administración y la consternación de sus fanáticos cristianos partidarios, las personas eran asesinadas si se convertían al cristianismo. En el nuevo, se obliga a las mujeres a seguir códigos de vestuario o se arriesgan a ser atacadas. Estos países ahora son, según la teoría de Bush, “libres y democráticos”, aparentemente sólo porque sus regímenes han sido removidos por la fuerza militar usamericana. Son libres por definición, tal y como fueron los países del llamado “Mundo Libre” durante la Guerra Fría.
El comentario de Rice ha atraído muchos otros comentarios, lo que es correcto, pues es una expresión concentrada de la lógica de la administración, mientras procede a apuntar a otras naciones de Oriente Próximo que tampoco tienen vinculación con el 11/09. Pero eso no es nuevo. Rice ha estado diciendo desde, por lo menos, agosto de 2003, que Oriente Próximo “provee el terreno fértil para ideologías de odio”. El pasado mayo dijo a las tropas en Afganistán: “Vamos a construir un nuevo tipo de Oriente Próximo, un Oriente Próximo más amplio que será estable y democrático y donde nuestros niños algún día no tendrán que preocuparse por el tipo de ideologías de odio que guiaron a estas personas a volar aviones hacia esos edificios el 11 de septiembre.”
Sugerí en su momento que era una calumnia afirmar que el Islam genera odio y que es el problema. ¿Cuál otra ideología se extiende desde Marruecos hasta el Paso de Khyber? (Los neocons gustan hablar sobre el “Gran Oriente Próximo”, para poder incluir algunas naciones musulmanes fuera del convencional Oriente Próximo geográfico.) Claro, ella usó la forma plural, ideologías, insinuando que el odio une sistemas de pensamiento tan diversos como el baazismo sirio e iraquí, el chiísmo político de los mulahs iraníes y del Hizbollah, el Islam sunní de Hamas, el cuasi-marxismo del Frente Popular para la Liberación de Palestina fundado por Christian George Habash, etcétera. Pero la estrategia de la administración todo el tiempo ha sido mezclar a los adversarios, por diferentes que sean, relacionándolos al 11/09. Al buscar apoyo para la guerra en curso, apuesta por la confusión geográfica e histórica de las masas y por la Islamofobia promovida por predicadores conocidos como Pat Robertson y Franklin Graham.
Pero la administración niega ser anti-Islam. Encuentra útil al sermón anti-musulmán de la derecha cristiana, hasta donde da soporte para la agresión usamericana en Oriente Próximo. Pero oficialmente, afirma que el “Islam es una religión de paz” y no una de odio. Entonces, ¿qué quería decir la antigua preboste de Stanford con “ideologías de odio”? ¿Y cuál es el objeto del odio?
“Odian nuestra libertad”, dijo el presidente, “nuestra libertad de religión, nuestra libertad de expresión, nuestra libertad de votar y reunirnos y de discrepar con el otro”. Se refería, justo después del 11/09, específicamente a Al-Qaeda. Pero con seguridad quería que también pensáramos igual con otras naciones. Como sea, Osama bin Laden cuestionó este alegato: “Que [Bush] nos diga porqué nosotros no atacamos Suecia, por ejemplo. Luchamos contra ustedes porque queremos restaurar la libertad para nuestra nación”. Esta clase de declaraciones tiene eco en lugares como los territorios palestinos ocupados.
Hay una cierta repugnancia en gran parte del Oriente Próximo por algunas libertades occidentales, particularmente aquellas que desafían la tradición o ley islámicas. Algunos odiarán “nuestra libertad de religión”, aquellos en Afganistán que se manifestaron a favor de la pena de muerte para los convertidos al cristianismo, por ejemplo. Algunos odiarán “nuestra libertad de expresión”, al permitir caricaturas insultantes del Profeta Mahoma, por ejemplo. Pero tales odios son igualados por los nuestros. Muchos usamericanos odian que las personas gay tengan libertad de casarse en Massachussets. Bush dice que amenaza al casamiento heterosexual. Hay personas en este país que van a los funerales militares haciendo señas con las manos y gritando que “¡Dios odia a los maricas!”. Y hablamos de ideologías de odio. Por ello no debe sorprender a los usamericanos que algunos pueblos en sociedades donde no se les permite a las mujeres mostrar sus rostros en público (y que no lo han hecho por siglos) sientan repulsión por algunas de nuestras libertades. Pero si Condi buscara odios reflejados en ideologías de Oriente Próximo, imagino que las libertades de religión, expresión y reunión usamericanas estarán, de hecho, abajo en la lista. (Una encuesta de Zogby realizada en junio de 2002 muestra que en nueve países musulmanes, el país más admirado de todo el mundo era EE.UU.)
Poniendo los pies en la tierra, ¿cuál otros odios sustanciales florecen en el “viejo Oriente Próximo”? ¿Y acaso alguno de ellos, por su propia existencia, amenaza el futuro de nuestros hijos o requiere la intervención usamericana para ser erradicado? Sin ningún orden en particular.
El Oriente Próximo tiene su cuota de animadversiones étnicas y religiosas, muchas de ellas de larga data. Hay un antisemitismo, con seguridad. Pero como un erudito señala, “Hasta finales del Siglo XIX, el antisemitismo visto como ideología permaneció ampliamente ausente de la cultura árabe y musulmana”. Los eventos del siglo veintiuno, en especial el establecimiento del estado de Israel y el despojo simultáneo de alrededor de 750,000 refugiados palestinos, han exacerbado este problema. Odios implicando judíos, o bereberes, o kurdos tienen sus analogías alrededor del mundo. Usamericanos y otros occidentales no tienen autoridad para sermonear a las personas del Oriente Próximo sobre tales odios, que en ninguna forma amenazan “nuestras libertades”.
Muchas personas en Oriente Próximo odian los regímenes en que viven. Ese del presidente egipcio Hosni Mubarak, por ejemplo. Si leemos los reportes sobre vigilancia de los Derechos Humanos sobre la tortura de los manifestantes antiguerra presos, obtenemos un indicio de porqué muchos temen y desprecian el gobierno de Mubarak. Ese sentimiento se puede ver en la ideología de, por ejemplo, las Hermandad Musulmana que, de facto es el partido político de oposición más grande, se le censura de proponer candidatos para cargos. No odian las libertades del prójimo, pero la falta propia de ellas.
Muchos odian al imperialismo occidental, que ha repartido las tierras árabes después de la I Guerra Mundial, patrocinado la formación de Israel, instalado gobernantes títeres, intervenido con arrogancia en las disputas inter-arábicas, y (con los EE.UU. a la cabeza) insistido en mantener sanciones contra Iraq que han matado a medio millón de niños. Odian las políticas usamericanas hacia Oriente Próximo.
Encuestas de opinión clarifican esto. Entre 2002 y 2004 el porcentaje de egipcios que expresaban una actitud negativa hacia los EE.UU. creció de un 76 a un 98%; marroquíes, 61 a 88; saudíes, 87 a 94. Según el Washington Post, “los encuestados señalaron que sus opiniones estaban influenciadas por las políticas usamericanas, más que por sus valores o cultura. Al preguntárseles: “¿Cuál es el primer pensamiento al escuchar ‘Norteamérica’?”, las personas respondían de manera abrumadora: “Política exterior injusta”. Y al preguntárseles qué podría hacer Estados Unidos para mejorar su imagen en el mundo árabe, las respuestas más frecuentes fueron “Detener el apoyo a Israel” y “Cambiar las políticas para con Oriente Próximo”.
Ahora bien, esta “actitud negativa” sentida por decenas de millones de personas razonables no produce ninguna ideología. Se divide en ideologías de Oriente Próximo tan diversas como la baazista, el chiísmo militante, la marxista y la perspectiva global de los secuestradores del 11/09. El odio a la injusticia no es en sí una ideología pero una característica humana muy común.
El 11/09 fue el “resultado de una ideología de odio” en el sentido que los ataques fueron ejecutados por hombres compartiendo un odio hacia las políticas de EE.UU. y la convicción de que era moralmente justificable masacrar miles de civiles para expresar ese odio. El sentimiento que antes compartían la gran mayoría del Oriente Próximo (y del mundo); el que después compartían con pocos. Los operativos de Al-Qaeda pretendían echar chispas de un yihad global contra los EE.UU., provocando respuestas al 11/09 que generarían más odio en ambos bandos. Quizá descubrieron que entre más odio exista, menor serían los reparos que sentirían los yihadis al atacar indiscriminadamente a inocentes. Eso también se aplica a sus oponentes. Miles en Abu Ghraib, con certeza inocentes, han sido víctimas de humillación y tortura, reflejando el odio racista de sus captores.
Bin Laden debe estar fascinado por cómo la administración Bush respondió al 11/09. Condi puede pensar que la región y el mundo son “más seguros” como resultado de las guerras en Afganistán e Iraq, el traqueteo de los sables en Siria e Irán y la tolerancia menor hacia la Autoridad Palestina. Pero la abrumadora evidencia sugiere que la “Guerra contra el Terror” ha generado más odio y terror.
Esa guerra también refleja una ideología, expresada en el documento de la Nueva Estrategia de Seguridad Nacional de septiembre de 2002 y en otros textos oficiales. Sus componentes incluyen la insistencia que EE.UU. debe mantener una primacía mundial a través de “dominio de espectro completo”, bueno para ocuparse en ataques no-provocados (“anticipados”) sobre otras naciones, para adquirir mayores ventajas geopolíticas; que el “cambio de régimen” orquestado por los EE.UU. es justificable; y que las leyes y tratados internacionales existentes pueden y deben ser ignorados si así es el deseo de la Norteamérica corporativa.
La ideología actual del imperialismo capitalista recurre al fundamentalismo cristiano, incluyendo al sionismo cristiano y milenarismo. Es la madre de las ideologías de odio, y “tenemos que lidiar” con ella.
Gary Leupp es Profesor de Historia en la Tufts University, y Profesor Adjunto de Religión Comparada. Es autor de Servants, Shophands and Laborers in the Cities of Tokugawa, Japan; Male Colors: The Construction of Homosexuality in Tokugawa Japan; y de Interracial Intimacy in Japan: Western Men and Japanese Women, 1543-1900. Puede ser contactado en gleupp@granite.tufts.edu
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