Una aproximación a Hizbolá

(Publicado en Voces el 6 de agosto, 2006)

Hizbolá, el movimiento chií libanés cuya milicia está combatiendo al ejército israelí en el sur del Líbano, ha venido recibiendo un tratamiento erróneo en la cobertura que sobre la guerra en curso han llevado a cabo gran parte de los medios. Mucho más que una milicia, el movimiento se conforma también como partido político y actor poderoso de la política libanesa, siendo, además, proveedor de importantes servicios sociales. Hizbolá, que no es una criatura auspiciada por el patrocinio sirio o iraní, surgió para combatir la ocupación israelí del sur del Líbano desde el año 1982 hasta el 2000 y, con una mira más amplia de objetivos, para defender a la comunidad musulmana chií que permanecía históricamente privada de la capacidad de votar en el Líbano. Aunque cuenta con muchos adversarios políticos, Hizbolá está muy enraizado en el país – un hecho que la campaña militar israelí está sacando a la luz.
 

LOS CHIIES LIBANESES Y EL ESTADO LIBANÉS

En Líbano, la relación sociedad-estado es “confesional” y el poder gubernamental y sus cargos se distribuyen sobre la base de una procedencia religiosa. Hay 18 comunidades étnico-confesionales reconocidas oficialmente hoy en el país. Las distribuciones originales, establecidas en 1943 en un Pacto Nacional tácito entre cristianos maronitas y musulmanes sunníes al finalizar el mandato francés, adjudicaron los puestos de mayor poder, el de presidente, a un cristiano maronita, y el de primer ministro, a un musulmán sunní, recayendo un cargo de relativamente menor importancia, el de portavoz del Parlamento, en un musulmán chií. Otros puestos gubernamentales y escaños del Parlamento se repartieron utilizando una proporción de 6/5 entre cristianos y musulmanes. Estos acuerdos respetaron supuestamente la proporción de población que aparecía en el censo de 1932, el último censo que se realizó en el país.

Este sistema confesional se había quedado obsoleto al no tener en consideración los cambios demográficos que se habían producido. Mientras la población chií creció a buen ritmo en comparación con otros grupos, la inflexibilidad del sistema exacerbó la infra-representación chií en el gobierno. Mientras tanto, la pertenencia a una secta se convirtió en un medio para poder acceder a los recursos estatales, ya que el gobierno soltaba el dinero para establecer redes de asistencia social e instituciones tales como colegios y hospitales sobre la base de dicha pertenencia. Al estar mal representados los chiíes en el gobierno, podían canalizar menos recursos hacia su comunidad, contribuyéndose así a que se fuera creando una pobreza desproporcionada entre los chiíes libaneses. Este efecto se vio agravado por el hecho de que los escaños chiíes del Parlamento eran normalmente ocupados por terratenientes feudales y otras elites favorecidas.

Hasta la década de 1960, la mayoría de la población chií en el Líbano vivió en zonas rurales, principalmente en el sur y en el Valle de la Bekaa, donde las condiciones de vida no se aproximaban a los niveles medios del resto de la nación. Tras un programa de modernización que estableció una red de carreteras e introdujo políticas de cultivos comerciales en el país, muchos musulmanes chiíes emigraron a Beirut, estableciéndose en un anillo de empobrecidos suburbios alrededor de la capital. La rápida urbanización que se produjo con la incorporación del país a la economía capitalista mundial ensanchó aún más las desigualdades económicas en el Líbano.

Esa población urbana en proceso de crecimiento, integrada mayoritariamente por pobres chiíes, no se organizó inicialmente a base de líneas sectarias. Durante la década de 1960 y los primeros años de la de 1970, fueron integrando gran parte de la base del Partido Comunista Libanés y del Partido Nacionalista Socialista Sirio. En los años siguientes, Sayyid Musa al-Sadr, un clérigo carismático que había realizado sus estudios en la ciudad-santuario iraquí de Nayaf, empezó a desafiar a los partidos de izquierda buscando la lealtad de los jóvenes chiíes. Al-Sadr puso en marcha como alternativa el “Movimiento de los Necesitados”, dedicado a conseguir derechos políticos, dentro del régimen libanés, para los desposeídos. En 1975 se fundó una milicia y rama de este movimiento, Amal, al comienzo de la guerra civil libanesa. Junto a al-Sadr, había también otros líderes religiosos chiíes activistas libaneses, la mayor parte de los cuales habían estudiado también en Nayaf, quienes trabajaron para establecer bases sociales y redes religiosas en las barriadas chiíes de Beirut. Entre ellos estaban Sayyid Muhammad Husayn Fadlallah, actualmente una de las más respetadas “fuentes de emulación” entre los musulmanes chiíes del Líbano y más allá, y Sayyid Hasan Nasrallah. Una “fuente de emulación” (marja’ al-taqlid) es un académico religioso de tan ampliamente reconocida erudición que los individuos musulmanes chiíes buscan y siguen sus consejos en asuntos religiosos. Entre los chiíes, el título de sayyid implica la reivindicación de descender de Muhammad, el profeta del Islam.

Entre 1978 y 1982, una serie de acontecimientos propulsaron la naciente movilización chií hacia un alejamiento cada vez mayor respecto a los partidos de izquierda: dos invasiones israelíes del Líbano, la inexplicable desaparición de Musa al-Sadr y la Revolución Islámica en Irán. En 1978, estando de visita en Libia, al-Sadr se evaporó misteriosamente, y su popularidad aumentó a partir de entonces. Ese mismo año, para repeler a los combatientes de la OLP que entonces tenían sus bases en Líbano, Israel invadió el sur, desplazando a 250.000 personas. La consecuencia inicial de esos dos hechos fue la revitalización de Amal y, como milicianos de Amal, los chiíes lucharon con las guerrillas de la OLP en el sur del Líbano. La percepción de que la izquierda libanesa había fracasado era cada vez mayor entre los chiíes, tanto a la hora de asegurar más derechos para los pobres como a la hora de proteger el sur de los combates entre la OLP e Israel. Al año siguiente, la Revolución Islámica en Irán ofreció un nuevo modelo para los musulmanes chiíes de todo el mundo y proporcionó alternativas diferentes al capitalismo liberal occidental de las propugnadas por la izquierda.

El último, y sin duda más importante, factor de este conjunto de acontecimientos fue la segunda invasión israelí del Líbano en junio de 1982. En esa ocasión, las tropas israelíes, tratando de expulsar totalmente del Líbano a la OLP, marcharon hasta el norte y establecieron un asedio en el este de Beirut. Decenas de miles de libaneses fueron asesinados y heridos durante la invasión, y otras 450.000 personas fueron desplazadas. Entre el 16 y el 18 de septiembre de 1982, bajo la protección y dirección del ejército israelí y del entonces Ministro de Defensa israelí Ariel Sharon, una unidad de las Milicias Falangistas Libanesas entró en los campos de refugiados de Sabra y Shatila en Beirut, y violó, asesinó y mutiló a miles de refugiados civiles. Aproximadamente una cuarta parte de aquellos refugiados eran chiíes libaneses que habían huido de la violencia en el sur. No debe subestimarse la importancia de la invasión israelí del Líbano en 1982 en la formación de Hizbolá.

Tras los sucesos de 1982, muchos miembros importantes de Amal abandonaron el partido, que cada vez estaba más inmerso en políticas clientelistas y había ido olvidando las luchas más importantes contra la pobreza y la ocupación israelí. En esos años, surgieron en el sur, en el Valle de la Bekaa y en los suburbios de Beirut pequeños grupos armados de jóvenes organizados bajo la bandera del Islam. Esos grupos se dedicaron a combatir a las tropas de ocupación israelí y también participaron en la guerra civil libanesa, en la que llegaron a estar implicados hasta unos 15 ejércitos y milicias. Fue Irán quién proporcionó el entrenamiento militar inicial y el equipamiento de las milicias chiíes. Con el tiempo, aquellos grupos se fusionaron formando Hizbolá, aunque la existencia formal del “Partido de Dios” y de su ala armada, la Resistencia Islámica, no fueron anunciados hasta el 16 de febrero de 1985, mediante una “Carta Abierta a los Oprimidos del Líbano y del Mundo”.
 

ESTRUCTURA Y LIDERAZGO

Desde 1985, Hizbolá ha ido desarrollando una compleja estructura interna. En la década de 1980, se formó un consejo religioso de dirigentes importantes llamado majlis al-shura. Ese consejo de siete miembros incluía ramas sobre diversos aspectos necesarios para el funcionamiento del grupo, incluyendo comités financieros, judiciales, sociales, políticos y militares. Había también consejos locales regionales en Beirut, en la Bekaa y en el sur. Hacia el final de la guerra civil libanesa, cuando Hizbolá empezó a entrar en la política estatal libanesa, se fundaron otros dos órganos de toma de decisiones: un consejo ejecutivo y un politburó.

A menudo se describe a Sayyid Muhammad Husayn Fadlallah como el “líder espiritual” de Hizbolá. Tanto Fadlallah como el partido han negado siempre esa relación; además, de hecho, durante un tiempo hubo desavenencias entre ellos acerca de la naturaleza de la institución islámica chií de la marja’iyya. La marja’iyya se refiere a la práctica e institución de seguir o emular un marja’ al-taqlid. Fadlallah cree que los eruditos religiosos deberían trabajar en múltiples instituciones y que no deberían afiliarse a un único partido político o implicarse en temas mundanos de gobierno. En esas creencias está más cercano a la jurisprudencia chií tradicional, y más distante del concepto de velayat-e faqih (el gobierno de los clérigos) promulgado por el Ayatolá Ruhollah Jomeini de Irán.

Hizbolá y su majlis al-shura siguen oficialmente al Ayatolá Ali Jamenei, el sucesor de Jomeini como Líder Supremo de la República Islámica de Irán, pero los adeptos individuales o miembros del partido son libres para elegir qué marja siguen, y muchos emulan entonces a Fadlallah. El tema central está en que la lealtad política y la emulación religiosa son dos cuestiones separadas que pueden, o no, coincidir dependiendo de quién lo considere.

Sayyid Hasan Nasrallah es el actual líder político de Hizbolá. Aunque es también un erudito religioso y estudió asímismo en Nayaf, no alcanza un grado suficientemente alto como para ser marja’ al-taqlid y por esa razón es un seguidor religioso de Jamenei. Nasrallah se convirtió en secretario general de Hizbolá en 1992, tras el asesinato por Israel de su predecesor, Sayyid Abbas al-Musawi, junto con su mujer y su hijo de cinco años. Nasrallah es considerado en amplios sectores del Líbano como un dirigente que “dice las cosas como son” – incluso por aquellos que no están de acuerdo con la ideología del partido y con sus acciones. Fue bajo su dirección cuando Hizbolá se comprometió a trabajar dentro del estado y empezó a participar en las elecciones, una decisión que le distanció de algunos de los clérigos más revolucionarios del liderazgo.
 

HIZBOLÁ Y LOS ESTADOS UNIDOS

En Estados Unidos se asocia por lo general a Hizbolá con las bombas colocadas en Beirut en 1983 en la embajada estadounidense, en los cuarteles de la marina y en la sede de la fuerza multinacional que Francia comandaba. El segundo atentado con bombas sirvió directamente para echar al ejército estadounidense del Líbano. En el Departamento de Estado se alude también al movimiento relacionándolo con el secuestro de occidentales en Líbano y con la crisis de los rehenes que produjo el asunto Irán-Contra, el secuestro de un vuelo de la TWA y las bombas colocadas en la embajada y centro cultural israelíes en Buenos Aires a comienzos de la década de 1990. Estas asociaciones son las razones exhibidas para la presencia del nombre de Hizbolá en la lista de organizaciones terroristas. En 2002, el entonces Secretario de Estado Adjunto Richard Armitage describió de maravilla a Hizbolá como el “Equipo-A de los terroristas”, que disponía de “alcance global” y sugirió que “quizá al-Qaeda es actualmente el Equipo-B”. Sin embargo, la implicación de Hizbolá en esos ataques sigue siendo un tema controvertido. Incluso aún aceptando que estuviera implicado, es al mismo tiempo inexacto y desaconsejable reducir a Hizbolá a la condición de grupo “terrorista”.

Hay varias razones importantes para ello. Primera, la actividad militar de Hizbolá ha estado por lo general comprometida con el objetivo de acabar con la ocupación israelí del sur del Líbano. Desde la retirada israelí de mayo de 2000, han operado en gran medida dentro de tácitas, pero mutuamente sobreentendidas, “reglas del juego” en las continuas escaramuzas fronterizas de bajo nivel con Israel a fin de evitar víctimas civiles. Además, Hizbolá ha crecido y cambiado significativamente desde sus principios y se ha ido desarrollando tanto como legítimo partido político libanés como organización-paraguas de una miríada de instituciones de asistencia social.

Otro aspecto de la inclusión de Hizbolá en la lista de terroristas de EEUU se refiere a la reputación del grupo como emprendedor de numerosos “ataques suicidas” u “operaciones de martirio”. De hecho, de los cientos de operaciones militares emprendidas por el grupo durante la invasión y ocupación israelí del Líbano, sólo 12 supusieron la muerte intencional de un combatiente de Hizbolá. La mitad, al menos, de los “ataques suicidas” contra las fuerzas ocupantes israelíes en Líbano fueron llevados a cabo por miembros de partidos laicos e izquierdistas.

Un tercer elemento de la insistencia de EEUU en etiquetar a Hizbolá como grupo terrorista se relaciona con la noción de que la razón de ser de Hizbolá es la destrucción de Israel, o “Palestina ocupada”, en la retórica del partido. Esta perspectiva se ve apoyada por la Carta Abierta de 1985, que incluye declaraciones como: “La salida final de Israel del Líbano es un preludio de su eliminación final y de la liberación de la venerable Jerusalén de las garras de la ocupación”. Uno podría cuestionar la viabilidad de tal proyecto, especialmente teniendo en cuenta la gran asimetría en el poderío militar destructivo que ahora se está exhibiendo. Los ataques con cohetes de Hizbolá de julio de 2006, que se iniciaron tras los bombardeos israelíes del Líbano, han matado con mucho a 19 civiles y dañado numerosos edificios – nada que ver con la devastación y muerte causadas por la fuerza aérea israelí en Líbano. Hay también razones que cuestionan el intento de Hizbolá, a pesar de la frecuente repetición de la retórica de la Carta Abierta. Anteriormente a mayo de 2000, casi todas las actividades militares de Hizbolá iban enfocadas a liberar el territorio libanés de la ocupación israelí. Los ataques fronterizos desde mayo de 2000 a julio de 2006 no eran más que pequeñas operaciones con objetivos tácticos (Israel ni siquiera respondía militarmente a todas ellas).

El documento fundacional de Hizbolá dice también: “No reconocemos ningún tratado con [Israel], ningún alto el fuego y ningún acuerdo de paz, ya sea por separado o conjuntamente”. Este lenguaje fue redactado en un tiempo en que la invasión israelí del Líbano había provocado la aparición de la milicia de Hizbolá. Augustus R. Norton, autor de varios libros y artículos sobre Hizbolá, señala que: “Aunque la enemistad de Hizbolá hacia Israel no se ha visto aminorada, la verdad que ha estado tácitamente negociando con Israel durante años”. Las negociaciones indirectas de Hizbolá con Israel en 1996 y en 2004, y su explicitada voluntad de acordar hoy en día un intercambio de prisioneros, indican realismo por parte del liderazgo del partido.
 

RESISTENCIA, POLÍTICA Y REGLAS DEL JUEGO

En 1995, Israel se retiró de casi todo el Líbano, pero siguió ocupando la zona sur del país, controlando aproximadamente un diez por ciento del mismo con soldados israelíes y testaferros de una milicia libanesa, el Ejército Libanés del Sur (SLA, por sus siglas en inglés). La Resistencia Islámica de Hizbolá tomó la dirección, aunque participaban otros contingentes, en la lucha contra esa ocupación. El partido también trabajó para representar los intereses de los chiíes en la política libanesa.

La guerra civil libanesa terminó en 1990, después de la firma del acuerdo de Ta’if en 1989. El acuerdo de Ta’if reafirmó una variante del Pacto Nacional, otorgando más poder al primer ministro y aumentando la cantidad de escaños musulmanes en el gobierno. Pero, aunque existen serias dudas sobre la fuerza numérica real de los grupos confesionales en Líbano, cálculos conservadores señalan que al terminar la guerra civil, los musulmanes chiíes representaban por los menos a un tercio de la población, convirtiéndolos en la mayor comunidad confesional. Otros cálculos son muy superiores.

Cuando se realizaron las primeras elecciones de la posguerra en Líbano en 1992, muchos de los diversos grupos de milicias (que frecuentemente habían surgido de partidos políticos) volvieron a su condición de partido político y participaron. Hizbolá también decidió participar, declarando su intención de trabajar dentro del sistema político libanés existente, mientras conservaba sus armas para continuar su campaña de guerrillas contra la ocupación israelí en el sur, como lo permitía el acuerdo de Ta’if. En esa primera elección, el partido conquistó ocho escaños, convirtiéndose en el mayor bloque en particular en el parlamento de 128 miembros, y sus aliados ganaron otros cuatro escaños. Desde ese momento, Hizbolá desarrolló una reputación – incluso entre los que estaban vehementemente en desacuerdo con sus ideologías – de ser un partido político « limpio » y capaz, en el ámbito nacional y local. Esta reputación es de gran importancia en el Líbano, donde la corrupción gubernamental es generalizada, el clientelismo político es la regla y los puestos políticos son a menudo hereditarios. Como grupo, los parlamentarios libaneses forman el parlamento más acaudalado del mundo.

Aunque la política parlamentaria del partido fue respetada en general, los niveles de apoyo nacional para las actividades de la Resistencia Islámica en el sur fluctuaron a través de los años. Los ataques israelíes contra civiles y la infraestructura libaneses -incluyendo la destrucción de plantas de energía eléctrica en Beirut en 1996, 1999 y 2000– contribuyeron generalmente a aumentar el apoyo nacional para la Resistencia. Fue especialmente el caso después de que Israel bombardeó el 18 de abril de 1996 un refugio de la ONU en Qana en el que estaban asilados civiles, matando a 106 personas.

La ocupación del sur de Líbano fue costosa para Israel. El primer ministro israelí Ehud Barak prometió la retirada en las elecciones de 1999, y posteriormente anunció que tendría lugar en julio de 2000. Un mes y medio antes de este plazo, después de deserciones del SLA y del colapso de conversaciones potenciales con Siria, Barak ordenó una caótica retirada de Líbano, que sorprendió a muchos. A las tres de la mañana del 24 de mayo de 2000, el último soldado israelí abandonó suelo libanés y cerró tras de sí la puerta en la frontera de Fátima. Muchos predijeron que el desorden, la violencia sectaria y el caos llenarían el vacío dejado por las fuerzas israelíes de ocupación y el SLA, que se derrumbó rápidamente tras la partida de Israel. Estas predicciones resultaron ser falsas ya que Hizbolá mantuvo el orden en la región fronteriza.

A pesar de la retirada, sigue existiendo una disputa territorial sobre una región fronteriza de 391 kilómetros cuadrados llamada las Granjas de Shebaa que sigue bajo ocupación israelí. Líbano y Siria afirman que la ladera montañosa es tierra libanesa, mientras que Israel y la ONU la han declarado parte de las Alturas del Golán y, por lo tanto, territorio sirio (aunque ocupado por Israel). Desde 2000, el Líbano ha estado también esperando la entrega por parte de Israel de un mapa con la ubicación de más de 300.000 minas terrestres que el ejército israelí colocó en el sur de Líbano. “Reglas del juego” no declaradas, que se basan en un acuerdo de no atacar civiles escrito después del ataque de Qana en 1996, han regido la disputa fronteriza entre Israel y Líbano desde 2000. Los ataques de Hizbolá contra puestos del ejército israelí en las Granjas de Shebaa ocupadas, por ejemplo, llevaban a bombardeos israelíes limitados de posiciones de Hizbolá y a rupturas de la barrera del sonido sobre Líbano.

Ambos lados, ocasionalmente, han roto las “reglas del juego,” aunque informes de los observadores de la ONU sobre el número de violaciones de la frontera establecen que Israel ha violado la Línea Azul entre los países con una frecuencia diez veces mayor que Hizbolá. Las fuerzas israelíes han secuestrado a pastores y pescadores libaneses. Hizbolá secuestró a un empresario israelí en Líbano en octubre de 2000, afirmando que se trataba de un espía. En enero de 2004, a través de mediadores alemanes, Hizbolá e Israel concluyeron un acuerdo bajo el cual Israel liberó a cientos de prisioneros libaneses y palestinos a cambio del empresario y de los cuerpos de tres soldados israelíes. En el último minuto, funcionarios israelíes desafiaron el dictamen de la Corte Suprema y se negaron a entregar a los últimos tres prisioneros libaneses, incluyendo al detenido más antiguo, Samir al-Qantar, que ha estado encarcelado durante 27 años por matar a tres israelíes después de infiltrarse por la frontera. En aquel entonces, Hizbolá prometió abrir nuevas negociaciones en algún momento futuro.
 

EL NACIONALISMO DE HIZBOLÁ

Como hemos señalado, Hizbolá sigue oficialmente a Jamenei como el marja’ del partido, y ha mantenido una calurosa relación con Irán desde los años ochenta, cuando Irán ayudó a capacitar y armar a la milicia. Hizbolá consulta a los líderes iraníes y recibe una cantidad indeterminada de ayuda económica. Irán también ha continuado la ayuda militar a Resistencia Islámica, incluyendo algunos de los cohetes del arsenal de la milicia. Esta relación no significa, sin embargo, que Irán dicte la política o la toma de decisiones de Hizbolá, o que pueda necesariamente controlar las acciones del partido. Mientras tanto, los esfuerzos iraníes por infundir a los chiíes libaneses una identidad pan-chií centrada en Irán han tropezado con la identidad árabe y el creciente nacionalismo libanés del propio Hizbolá.

Puede llegarse a una conclusión similar respecto a Siria, considerada a menudo tan cercana a Hizbolá, que se apoda a la milicia del partido la “carta libanesa” de Siria en sus esfuerzos por recuperar los Altos del Golán de Israel. Aunque el partido mantiene buenas relaciones con el gobierno sirio, Siria no controla ni dicta las decisiones o acciones de Hizbolá. Las decisiones del partido son tomadas independientemente, de acuerdo con la visión de Hizbolá de los intereses de Líbano y de los propios intereses del partido dentro de la política libanesa. Después del asesinato del ex primer ministro libanés Rafiq al-Hariri en febrero de 2005, y la subsiguiente retirada siria de Líbano, la posición de Hizbolá fue descrita con frecuencia como “pro-siria.” En realidad, la retórica del partido fue elegida cuidadosamente para que no se opusiera a la retirada siria, sino para reformularla como una retirada que no rompería todos los lazos con Líbano, y que tendría lugar bajo un manto de “gratitud.”

No cabe duda de que Hizbolá es un partido nacionalista. Su visión del nacionalismo difiere de la de muchos libaneses, especialmente de la del nacionalismo de orígenes fenicios propugnado por la derecha maronita cristiana y de la del nacionalismo neoliberal, respaldado por EEUU, del partido de Hariri. Hizbolá ofrece un nacionalismo que ve al Líbano como un Estado árabe que no se puede distanciar de causas como la cuestión palestina. Su ideología política mantiene una perspectiva islámica. La Carta Abierta de 1985 subraya el deseo del partido de establecer un Estado islámico, pero sólo a través de la voluntad popular. “No queremos que el Islam reine en el Líbano por la fuerza,” dice la Carta. La decisión del partido de participar en elecciones en 1992 insistió en su compromiso de trabajar a través de la estructura existente del Estado libanés, y también cambió el enfoque del partido de una resistencia pan-islámica a Israel hacia la política interna libanesa. Además, desde 1992, los dirigentes de Hizbolá han reconocido frecuentemente las contingencias de la sociedad multi-confesional del Líbano y la importancia de la coexistencia de las sectas y del pluralismo dentro del país. También hay que subrayar que muchos de los electores de Hizbolá no quieren vivir en un Estado islámico; prefieren que el partido represente sus intereses dentro de un Líbano pluralista.

La visión nacionalista del partido ha crecido durante la transición de Hizbolá de una milicia de resistencia a un partido político y más. Después de la retirada siria, se hizo evidente que el partido jugaría un papel más importante en el gobierno libanés. Por cierto, en las elecciones de 2005, Hizbolá aumentó su participación en el parlamento a 14 escaños, en un bloque con otros partidos, que obtuvieron 35. También en 2005, por primera vez, el partido decidió participar en el gabinete, y actualmente ocupa el Ministerio de Energía.

Hizbolá no considera su participación en el gobierno como una contradicción de su mantenimiento de una milicia no-estatal. En realidad, el primer punto en la plataforma electoral de Hizbolá en 2005 promete “salvaguardar la independencia del Líbano y protegerla de la amenaza israelí salvaguardando la Resistencia, el ala militar de Hizbolá, y sus armas, a fin de lograr la liberación total de las tierras libanesas ocupadas.” Esta posición coloca al partido en conflicto con la Resolución 1559 del Consejo de Seguridad de la ONU, que llamó al “disolución y desarme de todas las milicias libanesas y no-libanesas” en septiembre de 2004, y con aquellas fuerzas políticas en Líbano que tratan de implementar la Resolución. Antes de los eventos de julio, Nasrallah y otros dirigentes del partido asistieron a una serie de reuniones de “diálogo nacional” orientadas a fijar los términos para el desarme de Hizbolá. El diálogo no había llegado a ninguna conclusión cuando comenzó la actual violencia, en parte por la insistencia de Hizbolá en que todavía necesitaba sus armas para defender a Líbano.

Pero el partido también tiene una plataforma social, y se considera como representante no sólo de los libaneses chiíes, sino también, de modo más general, de los pobres. La milicia Amal formada por Sayyid Musa al-Sadr se convirtió también en un partido político, y ha sido el principal rival político de Hizbolá entre los libaneses chiíes, aunque ahora trabajan conjuntamente. El presidente del parlamento durante tantos años, Nabih Berri, líder de Amal, es el intermediario entre Hizbolá y los diplomáticos que se informan sobre las condiciones para un cese al fuego y para un intercambio de prisioneros. El partido también participa en el juego político usual en Líbano, bajo el cual los candidatos se presentan en listas multi-confesionales por distritos en lugar de hacerlo como individuos, y se alía (aunque sea temporalmente) con políticos que no apoyan su programa. En la contienda parlamentaria de 2005, la sunní en la lista de Hizbolá en Sidón fue Bahiyya al-Hariri, hermana del ex primer ministro asesinado. Desde las elecciones, el mejor aliado del movimiento chií ha sido el ex general Michel Aoun, el personaje anti-sirio por excelencia en la política libanesa. El movimiento de Aoun, junto con Hizbolá, fue un componente importante en las enormes manifestaciones del 10 de mayo en Beirut contra los planes de privatización del gobierno, que costaría puestos de trabajo en el sector público de Líbano.
 

ASISTENCIA SOCIAL

Las consecuencias de la guerra civil libanesa produjeron estancamiento económico, corrupción gubernamental y una brecha creciente entre la clase media en permanente reducción y el continuo aumento de las filas de los pobres. Las áreas chiíes de Beirut también tuvieron que enfrentar un masivo desplazamiento desde el sur y desde la Bekaa. En ese clima económico, el clientelismo sectario se convirtió en un instrumento indispensable de supervivencia.

En los años setenta y ochenta se desarrolló una red chií musulmana de asistencia social, siendo al-Sadr, Fadlallah y Hizbolá los autores fundamentales de dicho desarrollo. En la actualidad, Hizbolá funciona como una organización-paraguas que aglutina a numerosas instituciones de ayuda social. Algunas de estas instituciones dan apoyo mensual y ayuda mediante suplementos nutricionales, educacionales, de vivienda y salud a los pobres; otras se concentran en el apoyo a orfanatos; algunas se dedican a la reconstrucción de áreas dañadas por la guerra. También hay escuelas, clínicas y hospitales a precios reducidos para afiliados a Hizbolá, incluyendo una escuela para niños con síndrome de Down.

Estas instituciones de asistencia social se encuentran por todo el Líbano y sirven a la gente local sin tener en cuenta su secta, aunque se concentran en las áreas esencialmente chiíes musulmanas del país. Trabajan casi exclusivamente con voluntarios, sobre todo mujeres, y gran parte de su financiación proviene de donaciones individuales, del apadrinamiento de huérfanos y de impuestos religiosos. Los chiíes musulmanes pagan un diezmo anual llamado el khums, la quinta parte de los ingresos que no necesitan para el mantenimiento de su propia familia. La mitad de este diezmo es entregado al marja’ que reconocen. Desde 1995, cuando Jamenei nombró a Nasrallah y a otro líder de Hizbolá como sus representantes religiosos en Líbano, los ingresos por khums de los chiíes libaneses que siguen a Jamenei han ido directamente a los fondos de Hizbolá. Estos chiíes también aportan su zakat, los óbolos que deben pagar todos los musulmanes que se lo pueden permitir a la vasta red de instituciones de asistencia social de Hizbolá. Gran parte de ese apoyo financiero proviene de chiíes libaneses que viven en el extranjero.
 

¿QUIÉN APOYA A HIZBOLÁ?

Dado que uno de los principales objetivos admitidos por Israel en la guerra actual es la “eliminación” de Hizbolá en el sur, es importante notar que el partido tiene una base amplia de apoyo en el sur y por todo el país, una base de apoyo que no necesariamente depende de la secta. Nacer en una familia musulmana chií, o ser un piadoso y practicante musulmán chií, no determina ninguna afiliación política.

Tampoco lo hace el status socio-económico personal. Algunas veces se asume que Hizbolá usa sus organizaciones sociales para sobornar a sus simpatizantes, o que estas organizaciones sólo existen para favorecer “actividades terroristas”. Estas opiniones revelan un punto de vista muy simplista acerca del partido. Una lectura más precisa sugeriría que la popularidad del partido se basa en parte en su dedicación a los pobres, pero también en sus plataformas políticas e historial en Líbano, en sus ideologías islámicas y en su resistencia ante la ocupación y ante las violaciones de la soberanía libanesa por parte de Israel.

La popularidad de Hizbolá se basa en una combinación de ideología, resistencia y enfoque hacia el desarrollo político-económico. Algunos consideran que las ideologías de Hizbolá facilitarían una alternativa viable a un gobierno respaldado por EEUU y su proyecto económico neoliberal en Líbano, así como una oposición activa contra el poderío estadounidense en Oriente Próximo. Sus electores no sólo son los pobres, sino que provienen cada vez más de las clases medias e incluyen a muchos libaneses en ascenso en la escala social y con un alto nivel de educación. Un gran número de sus partidarios son musulmanes chiíes, pero hay también muchos libaneses de otras esferas religiosas que apoyan al partido y/o a la Resistencia Islámica.

“Partidario de Hizbolá” es en sí una frase vaga. Hay miembros oficiales del partido y/o de la Resistencia Islámica; hay voluntarios en organizaciones de bienestar social afiliadas al partido; están todos aquellos que votaron por el partido en las últimas elecciones; están quienes apoyan a la Resistencia en el conflicto actual, sin importar si están de acuerdo o no con su ideología. Postular como meta la desaparición de Hizbolá del sur de Líbano supondría la completa despoblación del sur y equivaldría a la limpieza étnica del área.

En los términos del conflicto actual, mientras la opinión pública libanesa parece estar dividida sobre si la culpa debe cargarse a Hizbolá o a Israel por la devastación en curso del país, esa división no descansa necesariamente en líneas sectarias. Lo más destacable es que hay muchos libaneses que no están de acuerdo con las ideologías islamistas de Hizbolá o con sus plataformas políticas y que creen que su operación del 12 de julio fue un error, pero que al mismo tiempo apoyan a la Resistencia Islámica y consideran que su enemigo es Israel. Estas posiciones no son mutuamente exclusivas. Uno de los efectos de los ataques israelíes sobre áreas escogidas de Beirut ha sido el de ampliar las divisiones de clase en el Líbano, lo que podría servir para incrementar aún más la popularidad de Hizbolá entre aquellos que ya se sentían alienados de la reconstrucción y desarrollo del país al estilo Hariri.
 

LA VIOLENCIA ACTUAL

El 12 de julio 2006, combatientes de Hizbolá atacaron un convoy del ejército israelí y capturaron a dos soldados. El partido declaró que habían capturado a esos soldados para utilizarlos como moneda de cambio en negociaciones indirectas para la liberación de tres libaneses detenidos sin proceso legal y en desafío al Tribunal Supremo de Israel. Como se ha señalado antes, hay precedentes de tales negociaciones. El ataque se planeó durante meses, y el partido hizo anteriormente al menos otro intento para capturar soldados. Nasrallah había declarado previamente que 2006 sería el año en el que tendrían lugar negociaciones para la liberación de los tres prisioneros libaneses que aún permanecían en las cárceles israelíes. En una entrevista del 20 de julio en al-Yazira, señaló también que otros dirigentes del Líbano conocían su propósito de ordenar los intentos de captura, aunque no los detalles de esta operación en particular.

Después de la captura de los soldados, Israel desató un ataque aéreo sobre las ciudades e infraestructuras del Líbano a una escala no vista desde la invasión de 1982. Este ataque fue acompañado por un bloqueo naval y, posteriormente, por una invasión terrestre. La invasión terrestre se ha encontrado con la firme resistencia de los combatientes de Hizbolá, junto con los de otros partidos. Tanto el Partido Comunista Libanés como Amal anunciaron la muerte de combatientes en los enfrentamientos. Al menos han muerto 516 libaneses, la mayoría civiles; el gobierno libanés ofrece la cifra de 750 o más [que aumentan con cada día que pasa]. Un recuento de Naciones Unidas informa que una tercera parte de las víctimas son niños. En muchos de los casos, aldeanos que habían recibido una advertencia para dejar sus hogares a través de folletos israelíes o mensajes telefónicos automáticos, murieron asesinados poco después al convertirse sus vehículos en objetivo de los ataques cuando trataban de escapar. El 30 de julio, los aviones israelíes bombardearon en Qana una casa de tres pisos que era utilizada como refugio, matando al menos a 57 civiles y despertando, una vez más, los recuerdos de la masacre de Qana de 1996. El gobierno libanés estima que, desde el 12 de julio, han resultado heridas 2,000 personas y 750,000 han sido desplazadas de sus hogares. Desde que empezó la campaña de bombardeos israelíes, Hizbolá ha respondido disparando centenares de cohetes hacia Israel, matando a 19 civiles hasta el momento. Además, han muerto en combate 33 soldados israelíes.

En Líbano, aldeas enteras han sido arrasadas en el sur, también lo han sido como barriadas enteras en los suburbios al sur de Beirut. Han sido elegidos como objetivos y destruidos autopistas y tanques de gas en el Aeropuerto Internacional de Beirut, carreteras, puertos, plantas de energía, puentes, gasolineras, transmisores de TV, torres de comunicación celular, una fábrica de leche y otras industrias, silos de trigo, así como camiones con suministros médicos, ambulancias y pequeñas furgonetas atestadas de civiles. Naciones Unidas ha advertido ya de inminente crisis humanitaria e indicado que se han puesto en marcha investigaciones ante crímenes de guerra por los ataques a civiles tanto en Líbano como en Israel. Human Rights Watch documentó la utilización de artillería dotada de bombas de racimo, que creen “puede estar violando la prohibición de ataques indiscriminados contenida en el derecho humanitario internacional”, pues las “bombetas” se dispersan mucho y a menudo no explotan con el impacto, convirtiéndose así en minas terrestres. Testigos en Beirut han informado que los efectos de la pauta de destrucción en los vecindarios especialmente machacados semejan los causados por armas termobáricas, o “bombas aspiradoras”, cuyos efectos explosivos son en sí indiscriminados. Los doctores libaneses que reciben muertos y heridos han manifestado que las bombas israelíes contienen fósforo blanco, una sustancia que, si se usa para operaciones ofensivas, es considerada un arma química ilegal.

El objetivo inicialmente declarado por Israel de asegurar la liberación de los dos soldados capturados se ha desvanecido del discurso israelí y ha dado abierto camino a otros dos objetivos reconocidos: el desarme, o al menos la “degradación” de la milicia de Hizbolá, y su desaparición del sur de Líbano. Según un artículo del San Francisco Chronicle del 21 de julio, “un alto oficial del ejército israelí” había presentado ante EEUU y otras diplomacias, un año antes de la captura de los dos soldados por parte de Hezbolá, los planes para llevar a cabo una ofensiva con los objetivos mencionados. Aunque Israel no está de acuerdo con muchas resoluciones de la ONU, el ejército israelí parece estar intentando unilateralmente –aunque con la aprobación estadounidense– poner en práctica la Resolución 1559 del Consejo de Seguridad.

No resulta fácil de entender cómo los bombardeos aéreos de infraestructuras y la matanza de civiles libaneses pueden llevar a conseguir alguno de esos objetivos, especialmente en un momento en que parece estar creciendo el apoyo a Hizbolá y a la Resistencia Islámica. La atrocidad de las acciones de Israel está consiguiendo a estas alturas acabar con el desacuerdo ideológico con Hizbolá de muchos libaneses y, de ese mismo modo, es probable que los apoyos al partido sigan creciendo.

Lara Deeb, antropóloga cultural, es profesora ayudante en los estudios sobre la situación de la mujer en la Universidad de California-Irvine.

Texto original en inglés

Traducido por Sinfo Fernández, Germán Leyens y Ulises Juárez Polanco. Sinfo Fernández es miembro del colectivo de Rebelión. Germán Leyens y Ulises Juárez Polanco son miembros de los colectivos de Rebelión y Tlaxcala. Esta traducción es copyleft y se puede reproducir libremente, a condición de mencionar a la autora, a los traductores y la fuente.

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