Desastre abordo, maravilla taquillera
En pocas palabras, Serpientes abordo (Snakes on a Plane, 2006) presenta todo lo que no debería suceder en un vuelo y, al mismo tiempo, todo lo que no debe ser una buena película.
Con la trama sintetizada en el título, no hay lugar a confusión o necesidad de largas explicaciones. Samuel L. Jackson personifica al agente del FBI Neville Flynn, quien debe escoltar de Hawai a California al testigo federal Sean Jones (Nathan Phillips) para que testifique contra un mafioso. Como no se puede hacer una película en base a lo anterior, el mafioso coloca quinientas serpientes para que sean liberadas automáticamente a 30 mil pies de altura. Ellas harán el trabajo sucio. De eso se tratan los 105 minutos de esta entrega de David R. Ellis.
(Fan poster por myspace.com/bboyneko. Nótese el humor.)
La trama ahorra los clichés de secuestros, bombas, misiles y planes similares de películas cuya acción se desarrolla en aviones, reemplazándolos con serpientes. Básicamente, eso es lo nuevo que podríamos reconocer. No debe esperarse mucho. Es una película de bajo presupuesto (cine serie B), y los resultados son fácilmente identificables en la pobreza del guión, efectos especiales no tan convincentes y casting deficiente. Aún cuando la campaña mediática de los productores hable de más de 400 serpientes vivas usadas en esta película, a simple vista uno identifica que el set del avión es más real que las serpientes computarizadas. Supongo que las reales sólo fueron usadas para grabar sonidos y una que otra foto para material publicitario. (Anécdota: Anaconda, estelarizada por Jennifer López hace 10 años, tiene serpientes “más reales”.)
Samuel L. Jackson es la cara más reconocible en esta película; después, Julianna Margulies (serie ER del Warner Channel) y Kenan Thompson (cadena Nickelodeon) tienen mayores probabilidades de ser conocidos para el espectador nicaragüense. Siempre he considerado a Samuel L. Jackson uno de los mejores actores para películas de acción, consagrado ya en trabajos como Pulp Fiction (1994), Die Hard: With a Vengeance (1995) y otras más comerciales como Shaft (2000) y S.W.A.T. (2003). Jackson también se ha ganado el respeto del público con dramas inspiradores como A Time to Kill (1996) y más recientemente Coach Carter (2005), dos películas que recomiendo. Sin embargo, en esta película su personaje no da espacio para grandes interpretaciones: su actuación no será recordada, tampoco la película.
Estoy seguro que el mayor serpentario del mundo, ubicado en Uberlandia, Minas Gerais, Brasil, no le hace ni sombra a la colección de cobras, anacondas, pitones y parientes ofidios que vagan por toda la aeronave: bodega, pasillos, compartimentos de seguridad y de emergencia, cocina, baños… usted lo nombra y ahí habrán serpientes. Perros, gatos, hombres, mujeres, niños son parte de la dieta de estas serpientes con síntomas premenstruales, supuestamente provocadas con feromonas y peores que híbridos de rottweilers con chupacabras. Muerden todo y a todos, incluso en las partes anatómicas más improbables (“Fucking bitch! Get off my dick!”).
Más que la película, lo interesante es la historia detrás de la película. Como un buen número de películas actuales de Hollywood, Snakes on a Plane se montó sobre un agresivo plan de mercadeo, generando grandes expectativas antes de su lanzamiento y llegando nivel de película de culto antes de proyectarse una imagen de la misma. La idea de la película anduvo rondando Hollywood de una u otra manera por una década, sin materializarse, hasta que un blog (www.snakesonablog.com) inició un fenómeno masivo en Internet, recibiendo 50,000 visitas por semana. Los aficionados enviaban propuestas de adelantos, dibujos, diseños e incluso canciones originales para la banda sonora. La productora New Line Cinema captó esa mina de oro y decidió tomar el proyecto, concebido según el director como un clásico thriller. Al público se le presentó avances y se hicieron variaciones en la película en base a los comentarios antes del estreno oficial. Cuando se estrenó, similar al fenómeno de Stars Wars, el público hizo largas filas y llegó disfrazado o con serpientes de plástico.
Como la película es mala y no tenía presupuesto (ya lo dijimos antes), los creadores tomaron una posición inteligente: involucrar a la audiencia en el proceso de producción, lo que según el director David R. Ellis desembocó en una “mejor película”, afirmando que los días del Director como Dios están contados. ¿Pero quién es David R. Ellis? Este director es más conocido en el mundo cinematográfico como doble en escenas de acción y coordinador de acrobacias, donde tiene más de 20 años de experiencia. Su breve currículo como director está compuesto por esfuerzos triviales como Homeward Bound II: Lost in San Francisco (1996); la segunda parte de Final Destination (2003) y Cellular (2004); exceptuando Final Destination 2 (con seguridad por los comentarios positivos generados por la primera parte, dirigida por James Wong) las otras ni siquiera llegaron a presentarse en las salas de cine nicaragüenses… bueno, al menos Cellular fue presentado en Gran Premier en el Canal 2 hace un par de meses.
¿Mejor película? Yo no lo creo. Lo llamativo es que aún después de nominada a Peor Película del Año, en términos de mercado cumple su objetivo: invirtiendo un modesto presupuesto de US$ 33 millones, logró recaudar más del doble sólo en taquilla. Para cubrirse las espaldas de los críticos de cine, los productores recurrieron a la retórica, impidiendo que éstos pudieran verla antes de su lanzamiento y justificando que “deseaban que el público la mirase primero”. Movida inteligente.
Snakes on a Plane sí tiene momentos rescatables, aunque limitados: un par de escenas graciosas y momentos de tensión verdadera. Pero en general, es una película repetitiva (después de la sexta mordida ya las demás no tienen el mismo efecto) con actuaciones exageradas, ridículas y superficiales (la chica plástica, el rapero misofóbico), sumado a escenas llenas de prejuicio (por ejemplo, una serpiente se deslizada bajo la ropa de una señora gorda dormida, haciéndole fantasear con algún momento íntimo lejano, para luego ser mordida al despertarse). Es una película de domingo si no se tiene absolutamente nada que hacer y si algún incendio ha arrasado las otras películas de la tienda de videos. Lo triste es que ni siquiera es útil para conocer un poco del mundo ofidio, pues está llena de incongruencias e inexactitudes obvias.
Al ver esta película, no pude evitar recordar el episodio “Nightmare at 20,000 Feet” de The Twilight Zone, donde el personaje principal mira un gremlin en las alas del avión. Por mucho, este episodio de apenas 25 minutos realizado en 1963 es mejor que toda la película de Snakes on a Plane. (Pueden ver “Nightmare at 20,000 Feet” por YouTube: Parte 1, Parte 2, Parte 3).
Pero si aún les apetece, Snakes on a Plane está disponible en las principales tiendas de alquiler de películas de Managua. Y claro, por razones obvias, no es recomendable para quienes sufren de ofidiofobia (miedo a las serpientes).
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