Fidel Castro y las FARC: Ocho tesis erróneas de Fidel Castro
Introducción
He apoyado la revolución cubana exactamente durante cincuenta años y reconozco a Fidel Castro como uno de los grandes líderes revolucionarios de nuestro tiempo. Pero nunca he sido un apologista sin sentido crítico: en varias ocasiones he expresado mis discrepancias en medios impresos, en público y en discusiones con líderes, escritores y militantes cubanos. Los artículos y comentarios de Fidel Castro sobre los recientes sucesos de Colombia, concretamente su discurso sobre la liberación por el régimen colombiano de varios prisioneros de las FARC (incluidos tres agentes de la CIA e Ingrid Betancourt) y sus comentarios críticos en torno a las políticas, estructura, prácticas, tácticas y estrategias de las FARC y su reconocido líder, Manuel Marulanda, merecen una seria reflexión.
Las observaciones de Castro piden un análisis y una refutación, no sólo porque sus opiniones son ampliamente leídas e influyen en millones de militantes y admiradores en todo el mundo, especialmente en Cuba y América Latina, sino también porque hoy pretende brindar una base «moral» para la oposición al imperialismo. Igual de importante es que las diatribas y críticas desafortunadas de Castro contra las FARC, Marulanda y el movimiento campesino de guerrillas han sido bienvenidas, publicadas y transmitidas por todos los medios de comunicación capitalistas en los cinco continentes. Fidel Castro, con pocas salvedades, se ha unido dócilmente al coro que condena a las FARC y, como demostraré, sin ninguna razón o lógica.
Ocho tesis erróneas de Fidel Castro
1. Castro argumenta que con la «liberación» de los prisioneros políticos de las FARC «se abría un capítulo de paz para Colombia, proceso que Cuba viene apoyando desde hace más de 20 años como el más conveniente para la unidad y liberación de los pueblos de nuestra América, utilizando nuevas vías en las complejas y especiales circunstancias actuales, después del hundimiento de la URSS…» (Reflexiones del compañero Fidel: La historia real y el desafío de los periodistas cubanos, 3 de julio de 2008).
Lo más sorprendente de esta tesis (y de todo el artículo) es la omisión total de Castro del terror masivo desatado por el presidente colombiano Uribe contra sindicalistas, críticos y comunidades campesinas, documentado por todos los grupos de derechos humanos dentro y fuera de Colombia, en sus últimos artículos. De hecho, Castro exculpa al régimen «uribista» actual, el más criminal, y echa toda la culpa al «imperialismo estadounidense». Desde el «hundimiento de la URSS», y frente a la ofensiva militar dirigida por EEUU, una multitud de movimientos revolucionarios armados han emergido en Líbano, Palestina, Iraq, Afganistán o Nepal, y otros grupos ya existentes en Colombia o Filipinas han seguido su lucha. En América Latina, las «nuevas propuestas» para la revolución fueron de todo menos pacíficas: levantamientos populares masivos que han echado del poder a políticos electorales corruptos en Argentina, Bolivia, Ecuador, Venezuela… y han costado cientos de vidas.
La «liberación» de Betancourt ha fortalecido el puño de acero del régimen de Uribe, ha incrementado la militarización y disimula los constantes asesinatos de sindicalistas y campesinos a manos de los escuadrones de la muerte. Al contrario de lo que dice Fidel Castro, Estados Unidos y el «presidente de los escuadrones de la muerte colombianos» utilizan su «éxito» como refuerzo de los argumentos a favor de acciones militares conjuntas entre EEUU y Colombia. La celebración de Fidel de la acción del régimen colombiano como una «apertura de la paz» sirve para desviar la atención del dictamen del Tribunal supremo colombiano de que la reelección de Uribe fue ilegal por los sobornos del tirano a senadores para enmendar las disposiciones colombianas y permitir su reelección como presidente.
2. Fidel Castro denigra al recién fallecido líder de las FARC, Manuel Marulanda, como un «campesino y militante comunista, líder de la guerrilla» (Reflexiones). En su texto del 5 de julio de 2008 (Reflexiones del compañero Fidel: La paz romana) Castro, con condescendencia, se refiere a un «Marulanda, de notable inteligencia natural y dotes de dirigente, que no tuvo, en cambio, oportunidades de estudio cuando era adolescente. Se dice que pudo cursar sólo hasta el quinto grado. Concebía la revolución como una larga y prolongada lucha, un punto de vista que yo no compartía». Castro es hijo de un terrateniente y fue educado en colegios jesuitas privados y tiene el título de abogado. Da a entender que las credenciales educativas y un mayor status social preparan al líder revolucionario para guiar a los campesinos que no tienen educación formal, pero sí «cualidades naturales de liderazgo» aparentemente suficientes para permitirles seguir a los intelectuales y profesionales, más adecuados para dirigir la revolución.
El repaso de la historia, sin embargo, refuta los alegatos de Castro. Marulanda construyó, en un período de cuarenta años, un ejército de guerrillas más grande y con mayor base de masas que cualquier otra guerrilla inspirada en Castro desde la década de 1960 hasta el 2000.
Castro promovió una teoría de «focos de guerrilla» entre 1963 y 1980, en donde grupos pequeños de intelectuales organizarían un núcleo armado en el interior del país, entrarían en combate y atraerían el apoyo masivo de los campesinos. Todos los focos de guerrillas «castristas» fueron derrotados (aniquilados) rápidamente en Perú, Venezuela, Brasil, Uruguay (focos urbanos), Bolivia y Argentina. Por el contrario, la estrategia de Marulanda de la guerra de guerrillas prolongada se estableció sobre una organización de las bases y fuertes vínculos de los campesinos con los guerrilleros, y se apoyó en la solidaridad de la comunidad, la familia y las clases. Así se construyó, lenta y metódicamente, un ejército político militar nacional del pueblo. De hecho, una revisión seria de la revolución cubana revela que los guerrilleros de Castro fueron reclutados en las agrupaciones de masas urbanas, metódicamente organizadas antes y durante la formación de los focos de guerrilla en 1956-1958.
A pesar de que hay cifras fiables disponibles sobre las FARC, Castro desestimó en un 50% el número de guerrilleros de las FARC, basándose en la propaganda de los publicistas de Uribe.
3. Castro condena la «crueldad» de las tácticas de las FARC «del secuestro y la retención de prisioneros en las condiciones de la selva». Bajo esta lógica, Castro debería condenar cualquier movimiento revolucionario del siglo XX, empezando por las revoluciones rusa, china y vietnamita. Las revoluciones son crueles, pero Fidel olvida que las contrarrevoluciones son todavía más crueles. Uribe ha establecido redes espías involucrando a oficiales locales, como hicieron en la guerra de Vietnam. Y los revolucionarios vietnamitas eliminaron a los colaboradores porque eran responsables de la ejecución de decenas de miles de aldeanos militantes. Castro olvida comentar el hecho que Ingrid Betancourt, después de su celebrada «liberación», abrazó y agradeció al general Mario Montoya. Según un documento desclasificado de la embajada estadounidense, Montoya organizó una unidad terrorista (Alianza anticomunista americana), que asesinó a miles de disidentes colombianos después de torturarlos ferozmente. La «crueldad» del cautiverio por las FARC no apareció en los exámenes médicos de Betancourt: ¡tenía buena salud!
4. Fidel alega que Cuba está «a favor de la paz en Colombia, pero no de la intervención militar extranjera». Son la oligarquía colombiana y el régimen de Uribe quienes han invitado y colaborado con la intervención militar estadounidense en Colombia. Castro sugiere que la intervención militar de EEUU viene impuesta desde afuera, en vez de verlo como parte de la lucha de clases dentro de Colombia, donde los gobernantes, terratenientes y narcotraficantes desempeñan un papel clave en la financiación y entrenamiento de los escuadrones de la muerte. En los seis primeros meses de 2008, 24 líderes sindicales han sido asesinados por el régimen de Uribe, más de 2.562 muertos en los últimos veinte años de lo que Castro describió como «nuevas vías en las complejas y especiales circunstancias». Fidel ignora totalmente los crímenes perpetrados continuamente por los escuadrones de la muerte sobre activistas sociales desarmados y muestra la falta de solidaridad de Cuba con todos los movimientos colombianos desde que La Habana entabló relaciones diplomáticas y comerciales con el régimen de Uribe.
¿El equilibrismo entre el interés nacional de Cuba por los vínculos diplomáticos y comerciales con Colombia y las proclamadas credenciales revolucionarias forman parte de las «complejidades» de la política exterior cubana?
5. Castro pide la liberación inmediata de todos los prisioneros en manos de las FARC, sin la más mínima consideración por los 500 guerrilleros torturados y deshumanizados en las horrendas «cárceles especiales» de alta seguridad de Uribe y Bush. Castro hace alarde de que Cuba liberó a los prisioneros capturados durante la lucha contra Batista y demanda que las FARC sigan el ejemplo cubano, en vez del enfoque revolucionario vietnamita y chino. El intento de Castro de imponer y universalizar sus tácticas en Colombia, tomando como referencia la experiencia cubana, carece del esfuerzo mínimo para entender, no digamos analizar, las especificidades de Colombia, su ejército, el contexto político de la lucha de clases y el contexto político y social de las negociaciones humanitarias en Colombia.
6. Castro aduce que las FARC deberían terminar la lucha de guerrillas pero no rendir sus armas porque en el pasado las guerrillas que se desarmaron fueron masacradas por el régimen. En lugar de eso, sugiere que deberían aceptar la oferta de Francia de abandonar su país o aceptar la propuesta de Chávez («hermano» y «amigo» de Uribe) de negociar y asegurar una comisión formada por notables latinoamericanos para supervisar su integración en la política colombiana.
¿Qué harán los guerrilleros «armados» cuando miles de soldados y escuadrones de la muerte de Uribe causen estragos en el campo? ¿Huir a las montañas y cazar jabalíes? Ir a Francia significa abandonar la lucha de clases y a millones de campesinos vulnerables que los apoyaron.
7. Fidel Castro omite totalmente de sus reflexiones la forma en que cada líder político involucrado en la «misión humanitaria» utilizó la celebración de la «liberación» de Betancourt para disimular y distraer de sus serias dificultades políticas. Ante todo, la reelección de Uribe fue declarada ilegal por el Tribunal supremo colombiano que lo acusó y condenó por sobornar a miembros del Senado para que votaran una enmienda constitucional, lo que le permitió optar a un segundo mandato. La presidencia de Uribe es ilegal de hecho. La liberación de Betancourt y el abrazo delirante de Uribe socava el veredicto judicial y sustituye el mandato del Tribunal por nuevas votaciones al Congreso o elecciones nacionales. La popularidad de Sarkozy en Francia iba en picada, sus altamente publicitadas intervenciones en las negociaciones con las FARC fueron un fracaso total, sus políticas militaristas en Oriente Próximo y sus virulentas políticas contra los inmigrantes alejaron a sectores importantes del público francés (como también lo hicieron el aumento de los precios y el estancamiento económico).
La liberación de Betancourt y sus efusivos elogios y abrazos a Sarkozy revitalizaron su imagen empañada y le dieron un respiro del creciente descontento económico y político por sus políticas nacionales y extranjeras.
Chávez utilizó la liberación de Betancourt para abrazar a su «enemigo» Uribe y distanciarse más de las FARC, en particular, y de los movimientos populares de Colombia, así como para construir puentes hacia una presidencia estadounidense post Bush. Chávez también se congració con los medios de comunicación pro imperialistas recibiendo comentarios favorables del candidato presidencial estadounidense de derecha, quien «esperaba que las FARC aceptasen el consejo de Chávez de desarmarse».
Cuba, o al menos Fidel Castro, utilizó la «liberación» de Betancourt para exteriorizar su hostilidad, que se remonta por lo menos a 1990, hacia las FARC, ya que éstas obstaculizaban su política de reconciliación con el régimen colombiano.
8. Con una sorprendente postura humanitaria y «cuasi electoralista», al celebrar la liberación de Betancourt, Castro fustigó a las FARC por su «crueldad» y resistencia armada al régimen terrorista de Uribe. Castro atacó la «estructura autoritaria y el liderazgo dogmático» de las FARC, ignorando la adhesión de las FARC a las políticas electorales entre 1984 y 1990 (cuando más de 5.000 candidatos, activistas y políticos desarmados fueron masacrados) y el debate libre y abierto en la zona desmilitarizada sobre una política alternativa con todos los sectores de la sociedad colombiana (1999-2002). Por el contrario, Castro nunca permitió el debate libre y abierto ni elecciones, ni siquiera entre candidatos comunistas, en ningún proceso legislativo, al menos hasta que fue reemplazado por Raúl Castro.
Los líderes políticos antes mencionados servían a sus propios intereses políticos y personales cuando criticaron a las FARC y celebraron la liberación de Betancourt a costa del pueblo de Colombia.
Conclusión
¿Ha pensado Castro realmente en las consecuencias desastrosas para millones de colombianos empobrecidos, o pensaba únicamente en las posibles mejoras de las relaciones de Cuba con Colombia una vez que las FARC sean liquidadas? El efecto de los artículos anti FARC de Castro ha sido suministrar munición a los medios de comunicación imperialistas para desacreditar a las FARC y la resistencia armada a la tiranía y para elevar la imagen del presidente de los escuadrones de la muerte, Uribe. Cuando el principal líder revolucionario del mundo niega la historia revolucionaria y la práctica de un movimiento popular en marcha y al brillante líder que construyó ese movimiento, está negándoles a los movimientos del futuro una rica herencia de resistencia y estructura exitosa. La historia no lo absolverá.
Traducido por Ulises Juárez Polanco y revisado por Caty R. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y la fuente.
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