«Como escritor trato de rasgar esos silencios»
Nota de UJP: La presente tertulia tuvo lugar en marzo de este año, horas antes de la presentación en Managua del libro Abril rojo (Premio Alfaguara de Novela 2006). Encargada a Francisco Ruiz Udiel por la revista electrónica Carátula, dirigida por Sergio Ramírez y editada por Francisco Sancho Más, me encargué de las fotografías y participé de la plática amena con el joven escritor peruano. La plática abarca desde sus inicios literarios y la literatura light (de la cual él es culpabilizado), hasta su Abril Rojo y proceso creativo, para terminar con un mensaje al escritor joven: "estate preparado para que te ignoren, te desprecien, no te publiquen, no te hagan caso, no te contesten las llamadas los editores y se rían de ti. Si sobrevives a todo eso no tienes más remedio que ser escritor". El texto de esta entrevista es de Francisco Ruiz Udiel y aparece originalmente con el título "Estoy orgulloso de ser light" en la edición de Carátula correspondiente a abril-mayo de 2007.
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Santiago Roncagliolo considera que los escritores en América Latina se han apartado enormemente de la gente. Afirma también que está “curtido contra los profundos”, aquellos escritores que usan palabras complicadas, pero que no tienen nada realmente qué decir.
“Crecí muy conciente de que había un nivel de violencia en Perú, que era el de Sendero Luminoso”, dice Roncagliolo (Lima, 1975), quien narra en “Abril Rojo” (Premio Alfaguara 2006) la ambigüedad moral de diversos personajes que según él “viven entre muertos”. Esta novela, cuyas voces narrativas provienen de la cinematografía y de grandes autores como John M. Coetzee, Ian McEwan y Alan Moore, abre carrera a este joven escritor de apellido italiano y que a veces resulta difícil de pronunciar. Sobre el Premio Alfaguara, Roncagliolo confiesa que en realidad el mayor privilegio no es tanto el dinero (175.000 euros) sino poder llevar su trabajo a Latinoamérica. Este compromiso con la gente y también con la editorial española lo trajo a una gira por Centroamérica para promocionar su libro. En su agenda, por supuesto, incluyó a Nicaragua. Roncagliolo, luce bastante relajado y sonriente. Viste una camisa que lleva una leyenda de “Negra y Criminal”. Pocas horas antes de su presentación en la “tierra de poetas”, el autor de “Pudor” y “Crecer es un oficio triste” comparte sus vivencias literarias, nos habla del cine como referente narrativo y suma algunos detalles que encierra este nuevo thriller llamado “Abril Rojo”.
¿Siendo tan joven y con un premio tan importante en las manos, no creés que esto pueda afectar tus obras posteriores?
Realmente la parte creativa no. Yo también he tenido años en que nadie me quería publicar y en esa época no era tan malo. Ahora me va muy bien, pero tampoco soy muy bueno. Es un trabajo en el que tú vas aprendiendo, tienes que crecer y nunca dejas de aprender. Cuando te va mal es cuando dejas de aprender y vivir más. Leer más siempre te sirve y además, en este trabajo uno no escoge mucho lo que hace. Tú escribes una novela que llevas dentro y trabajas mucho para sacar esa novela mejor. Siempre ante una novela el gran trabajo está en la historia que quieres escribir y yo mismo escribo cien páginas de una historia y luego descubro que no sirven, hasta que llego a una parte que me interesa. No espero escribir todos los años novelas que merezcan el Premio Alfaguara, pero espero escribir siempre buenas novelas.
Hay escritores y críticos que te señalan de ser un autor light y que este Premio no tiene nada que ver con la literatura sino con el mercado. ¿Qué opinás al respecto?
(Risas) Parece que esa es una ceguera de gente que no tiene ni idea del mercado literario. Cuando tú arreglas un premio lo haces para ganarlo y no para perderlo, y este es un premio que tiene un gran respeto por sus jurados, que tiene jurados de la talla de José Saramago y de Mario Vargas Llosa que, francamente, no me los imagino aceptando que un editor les diga lo que tienen que pensar. Un premio que siempre ha sido muy impecable en sus presupuestos. Ahora, yo no creo que yo sea un escritor light en la medida en que yo trato temas muy duros: la violencia y la muerte son temas muy duros. En mi novela anterior yo hablaba de la intimidad y de los deseos y ésos son temas muy intensos. Trato de escribir con un lenguaje muy accesible, y muy cotidiano. Por lo demás, hay muchos escritores a los que yo admiro como Truman Capote, Phillip Roth, Coetzee, Mario Vargas Llosa, sobre todo sus últimas novelas y también a Ian McEwan. Si ellos son light, entonces estoy orgulloso de ser light. Me parece muy bien ser light. No me gusta el elitismo literario. No quiero escribir algo para que lo lean cuatro doctorados en literatura. Escribir una novela que nadie quiere leer es muy fácil, lo difícil es escribir una novela que a más gente le interese. Y creo que por el hecho de escribir con un lenguaje accesible no tiene que ser tonto ni banal, al contrario, lo difícil y para mí es un gran reto, es escribir sobre temas profundos e importantes y hacer historias llenas de emociones accesibles a cualquier lector.
Hablemos un poco de Abril Rojo. ¿Hasta qué punto el lector peruano se siente identificado con lo que vos contás en este libro?
Cuando fui a Perú con la gira de este libro estuve en las cárceles de máxima seguridad y hable con militares y con los terroristas. Ambos extremos del conflicto de la historia peruana, y ellos me decían: “agradecemos que nos haya tratado usted con respeto, que no nos haya insultado, pero no entendemos porqué a nosotros también nos tildan de criminales”. Allí tenés una visión que los participantes del conflicto tienen sobre los hechos. Por otra parte, la mayoría de los lectores tienen la sensación de que no está muy claro quienes eran los buenos y los malos. He encontrado una acogida que no esperaba. Sobre todo de personas que desean leer más sobre el tema y que han tratado el libro ataduras que hubo antes ni tampoco guerrillas de hace treinta años. Creo que se ha dado un gran paso, y es que los grandes cambios sociales pueden darse en democracia mucho mejor de lo que yo pensaba. Creí que habría un escándalo y eso ayuda a vender. Pero desafortunadamente todo el mundo parece estar encantado con el libro.
Abril Rojo se enfocó en un período de la historia del Perú que tenía su reflejo inmediato en otros países de la región. Como escritor, ¿por dónde anda la historia ahora? ¿En qué momento ves a América Latina?
No la veo muy distinta al conflicto que ocurre en la novela. Creo que hace falta otro paso, y es que ambos lados del conflicto, la izquierda y la derecha se den cuenta de que se necesitan. Las elites en muchas partes de Latinoamérica y también en Nicaragua tienen que darse cuenta que mientras no reduzcan la pobreza no van a tener estabilidad. La izquierda tiene que darse cuenta que mientras no garantice la democracia no van a tener legitimidad y creo que estamos en esa dirección.
Vos decís que la sociedad peruana es “una sociedad que guarda más silencios y reprime más temores”. ¿Te reconocés en esa sociedad peruana? ¿De qué manera?
Me reconozco en esta sociedad porque como escritor yo trato de rasgar esos silencios. Cuando escribo de algo trato de escribir de las cosas que me parece que nadie está diciendo, no necesariamente políticas. “Pudor”, por ejemplo, es una novela que habla acerca de las mentiras dentro de las que crecemos y las cosas que no decimos a la gente que queremos. Hay cosas que en una sociedad no se dicen porque todos vivimos diciendo que nosotros somos buenos y los otros son los malos.
¿Esta caracterización de sociedad difiere en algo al resto de sociedades en Latinoamérica?
Todas las sociedades guardan secretos. Yo usualmente recomiendo a los periodistas decir estas cosas para que la gente pueda pensar con más claridad. En la política, por ejemplo, a veces me llama la atención como Hugo Chávez está diciendo todo el tiempo lo terrible que es Estados Unidos, pero hace grandes negocios con Estados Unidos. Su principal financista es Estados Unidos. La derecha, por otro lado, vive diciendo ¡qué horror, un gobernante como Hugo Chávez no es democrático! Pero estos matices generalmente los dejamos a un lado, no los entendemos. Asumimos una posición y asumimos las cosas inteligentes y también las estúpidas que dice la gente que tiene esa posición. Las historias con que uno cuenta cuando importan, es cuando apuntan a mostrar esa complejidad que a veces dejamos de lado en nuestra concepción cotidiana, pero la que nos corresponde restituir como escritores.
Ahora alejémonos un poco de la política y hablemos de vos ¿Cómo te iniciaste en la literatura?
A principios de los noventa cuando estaba en la facultad de literatura para mí era una losa enorme el boom latinoamericano. Tenía la idea de que todos los escritores eran unos genios. Así que fue un alivio encontrar a los escritores de los noventa. A muchos de ellos como la generación del “Crack”, de México y la generación “McOndo”, en Chile, que contaban historias más cercanas, más personales, más urbanas y que se caracterizaron por estar en contra de los del boom. Por tanto, yo creo que inicié en una generación que ya no escriben a favor ni en contra el Boom. Tengo influencias de escritores latinoamericanos en el sentido de escribir sobre temas sociales y políticos. Y también tengo influencia de los noventa como el hecho de usar mucho lenguaje cinematográfico y audiovisual.
Sobre McOndo: ¿cómo te ubicás, por ejemplo, respecto a Alberto Fuguet o Edmundo Paz Soldán?
Bueno yo soy un alivio para ellos. (Risa) Porque desde que existe mi generación ellos ya no son considerados escritores jóvenes, término que detestan. Y del mismo modo que aprendí mucho del boom aprendí mucho de ellos, y ahora estoy orgulloso de considerarme amigo de ellos.
¿Me podés hablar sobre tu proceso de escritura? ¿Cómo construís a tus personajes, por ejemplo?
Generalmente parto de emociones propias porque necesito que esos personajes hagan lo que yo haría en su lugar, para que sean emocionalmente sólidos. Si no consigo eso, no tengo novela y cuando leo novelas en el que el autor sabe claramente quienes son los buenos y quiénes son los malos me siento como si estuviera en una telenovela: hay gente muy buena y hay gente muy mala y nadie te dice nada sobre la naturaleza humana. A partir de esos conflictos internos voy elaborando personajes, voy atribuyendo mis emociones a otros personajes y éstos van desarrollando los detalles y dándole forma.
Sergio Ramírez afirma que él a veces recurre a la poesía para escribir novelas. En tu caso, ¿a qué géneros recurrís para escribir?
A todos. Al periodismo, a la literatura infantil, a conversaciones escuchadas a medias, a opiniones que valoro y también al cine.
¿Cómo aporta el cine en tu narrativa?
Yo crecí en un tiempo en que en América Latina ya no contaba historias, en un mundo que es el siglo XX, el que inauguró James Joyce quizá, pero que después continuaron autores como Guillermo Cabrera Infante, en América Latina o los postmodernos en que las novelas ya no contaban historias sino que experimentaban con el lenguaje y el lenguaje era el protagonista. Contar historias se consideraba pasado de moda o poco ambicioso. Pero a mí siempre me fascinó la ficción, lo que las historias inventadas te pueden ofrecer y mi referente narrativo previno siempre más del cine porque era el que estaba contando historias. Ibas al cine y te transportabas al universo de esos personajes y vivías con ellos y aprendías de ellos y luego volvías a la realidad mejor equipado para vivirla. De modo que el cine fue un referente narrativo más claro que la literatura.
Leo a veces tu blog elboomeran.com. Señalaste en algún momento que el lado oscuro de Óscar Collazos era haber sido el negro literario de Alan García. Vos, que también trabajaste como negro literario, ¿cuál es tu lado oscuro?
Yo tengo muchos lados oscuros (ríe). De eso me alimento, si no tuviera lados oscuros no podría escribir. Yo soy una suma de lados oscuros, imperfecciones, defectos, errores, y curiosamente esto es lo que creo que me alimenta como escritor. Tradicionalmente en América Latina está pensado que un escritor debe ser el hombre que tiene la razón, un ser ejemplar de notable verdad y moral. De hecho creo que nadie tiene la verdad y creo que esto ha hecho que este libro (Abril Rojo) tenga éxito en cuanto a las críticas como en las ventas, ya que es un libro desconcertado para un público desconcertado que vive en un mundo donde ya no hay verdades ni referentes morales.
¿Seguís siendo negro literario?
No, ya no lo necesito. Ahora todo los que hago lleva mi nombre, para bien o para mal.
Siempre sobre tu blog, ¿no temés desperdiciar algunas buenas ideas que luego pueden resultar mejores y originales para un cuento o alguna novela?
Sábes, yo he trabajado en todo tipo de género y eso es lo que me permite escribir novelas. He escrito literatura infantil, he escrito periodismo de investigación, periodismo de espectáculos, discursos políticos y es ahí donde he aprendido más recursos del oficio. Así que me parece importante siempre estar emprendiendo pequeñas aventuras creativas y el blog tiene una ventaja: no es un género monolítico. Tú sacas un libro y el libro se queda como está siempre, pero el blog es un diálogo. No termina con tu texto, por lo general hay como diez o veinte o treinta textos debajo, de gente que opina, le gusta, complementan y que también insulta. Me parece que es un género de la conversación llevado a lo escrito. Pero noto que te preocupa mucho lo ligero que puede ser un escritor y quizá… es que… yo más bien estoy curtido contra los profundos. Generalmente encuentro a muchos escritores que parecen ser muy profundos y usan un montón de palabras complicadas y no tienen nada realmente qué decirle a nadie.
No estoy preocupado sobre lo ligero. De hecho uno de los escritores que a mí me gusta es Charles Bukowsky. “Factotum”, por ejemplo, es un libro bastante ligero, pero me gusta.
A mí Bukowsky me gusta pero me parece que se repite un poco. Pero en general me parece que los escritores en América Latina se han apartado enormemente de la gente quizá por razones laborales: es más sencillo ser escritor cuando eres un académico. Quizá porque los escritores viven en un mundo, o en un negocio donde no hay dinero, entonces su único público son otros académicos. Pero siento que la literatura se ha apartado de la gente y veo a muchos escritores diciendo ¡qué horror! ¡La gente no lee! Y siento también que hay muchos escritores, muchos de los que conozco, se sienten orgullosos de que nadie los entienda.
Para finalizar una pregunta más: ¿Te atreverías a dar consejos a los jóvenes? ¿Cuáles?
Sólo daría un consejo a un escritor joven: estate preparado para que te ignoren, te desprecien, no te publiquen, no te hagan caso, no te contesten las llamadas los editores y se rían de ti. Si sobrevives a todo eso no tienes más remedio que ser escritor.
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Adicional: algunas fotos de la presentación del Abril rojo.
Solo Gracias por ser, por estar, por compartir