La realidad del hambre
América Latina produjo en 2002 suficiente comida para alimentar a 1.8 mil millones de personas, es decir, tres veces la población total de la región. Sin embargo, más de 52 millones de personas continúan sin acceso a alimentos suficientes para llevar una vida activa y saludable. Estas conclusiones son presentadas por el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de las Naciones Unidas y por la Comisión Económica Para América Latina y el Caribe (CEPAL), en tres estudios sobre la situación del hambre, la desnutrición y la inseguridad alimenticia en la región, sus causas, consecuencias y posibles soluciones.
“Resulta paradójico que América Latina y el Caribe –que tiene la capacidad de alimentar tres veces su población-, todavía tenga más de 52 millones de personas sin acceso a suficientes alimentos para llevar una vida activa y saludable”, manifestó Pedro Medrano, director regional del PMA. Estos estudios comparativos del estado actual del hambre y de la desnutrición también analizan el progreso de los países rumbo al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) y las acciones que deberían ser emprendidas para alcanzar esos objetivos.
Los informes se enfocan en tres sub-regiones: el istmo Centroamericano (Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá), los 25 países del Caribe, América Central y Suramérica que integran la Asociación de Estados del Caribe (AEC) y los países de la región andina (Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia).
En el caso de América Central, por ejemplo, el informe señala que cuatro países (Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua) no alcanzarán la meta de reducir, para el 2015, el hambre hasta la mitad. De igual forma, la desnutrición crónica o retardación del crecimiento continúa siendo muy elevada en América Central: en El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua, afecta a más del 20% de los menores de cinco años. En contrapartida, Costa Rica se sitúa en el polo opuesto, entre los tres países con valores próximos o inferiores al 5%.
El bajo peso al nacer (otra consecuencia de la desnutrición) afecta al 10% de los nacidos vivos en el Caribe. Entre los países de la AEC que registran tasas elevadas está República Dominicana (11%), Guyana (12%), Surinam (13%), Haití (21%) y Trinidad y Tobago (23%). Los niveles de Haití y de Trinidad y Tobago superan los de África subsahariana.
En la región andina, la desnutrición crónica afecta principalmente a los niños menores de cinco años de las zonas rurales de Bolivia, Ecuador y Perú. Por el contrario, en Colombia, la desnutrición crónica afecta las zonas urbanas. Los estudios concluyen que el hambre y la desnutrición, además de tener efectos permanentes en el desarrollo físico y psicomotor de las personas, constituyen uno de los principales mecanismos de transmisión intergeneracional de la pobreza y desigualdad.
Entre las recomendaciones para erradicar la pobreza, se destaca la necesidad de contar con políticas sociales específicamente orientadas a reducir el hambre y la desnutrición, ya que estas disminuyen los costos públicos y privados derivados de este flagelo (costos en los sistemas de salud, educación, producción y crecimiento económico).
Asimismo, se recomienda proporcionar un suplemento alimenticio a las mujeres embarazadas, madres lactantes y a preescolares, y promover el amamantamiento. Esto se debe al hecho de que la seguridad alimenticia en las primeras etapas del ciclo de vida es fundamental para frenar la reproducción del problema alimenticio nutricional y sus consecuencias. Los documentos hacen énfasis a la necesidad de mantener y fomentar los programas focalizados en mujeres embarazadas, madres lactantes y menores de tres años.