Don Enrique: la corrupción y el banquete de Damocles
"Hay una cosa más terrible que la calumnia: la verdad".
Charles-Maurice de Talleyrand.
El semblante de don Enrique ha cambiado. Su rostro septuagenario ha extraviado la sonrisa, las facciones actuales son ásperas y secas como sus palabras y sus actos inmortalizan los de un náufrago. El presidente está intranquilo. Sabe que ya no es quien logró un 56.3% para derrotar a Daniel Ortega en el 2001. Sabe que ya no tiene un partido protector y que montar uno apresuradamente no ha resultado. Lo trágico es que sus preocupaciones comenzaron al mismo momento de tomar posesión de su cargo (enero 10, 2002), cuando dio a conocer la autodenominada Nueva Era, bajo la promesa de que no toleraría un sólo acto de corrupción. Nacería así la “lucha contra la corrupción”.
Lo que sucede a continuación es sobradamente simple y conocido: ofuscadamente cantó victoria en el caso de Alemán, olvidando que el también fue pasajero de ese tren corrupto. Al pretender bajarse y distanciarse, el tren dio vuelta y se descarriló hacia él buscando excusas para arrollarlo. La puerta perfecta fue su negativa de colaborar con la auditoria de su campaña electoral. La criticada Contraloría reaccionó solicitando su destitución, decretando una multa de dos meses de salario y pidiendo-ordenando explicar el manejo de más de US$ 300,000.00 que supuestamente recibió cuando era vicepresidente, procedentes de la “Donación Taiwán” (que él incluyó en el “camino de la corrupción”). Recordemos que la condena de Alemán es por desviar 100 millones de dólares del tesoro público y blanquear unos 10 millones, y se cree que precisamente parte de ese capital patrocinó la campaña presidencial de Bolaños.
Pero supongamos que no fue así. Imagine el lector conmigo que Bolaños no recibió un centavo de ese dinero ilícito. Entonces, ¿porqué negarse a informar sobre su campaña presidencial, armándose de subterfugios técnico-legales? La memoria es reciente para olvidar que don Enrique en el caso de su doble ingreso (salario de presidente más pensión de vice: unos 19 mil dólares mensuales) argumentó que “él se había ganado ese dinero y que si a alguien no le gustaba que se reformara la ley”, amén de que “el sandinismo lo había dejado en la calle y ésta era la manera de compensarse”. Lo encantador de la Nueva Era es que cuando salga de la Presidencia recibirá cuatro ingresos: de ex presidente, ex vicepresidente, diputado nacional y de diputado al Parlacen. Cuando conviene, don Enrique parece separar palabras y acciones de manera magistral.
El miedo de que lo sacaran (e incluso, que lo mataran, como declaró hace poco a un canal local) junto con el criollo “quítate tú pa’ ponerme yo” provocaron que la OEA nos enviara una misión especial, recurriendo (torpemente) a los mecanismos de la Carta Democrática para preservar “el orden constitucional en el hemisferio” (preguntémonos: ¿desde cuándo un señalamiento de corrupción es parte del orden constitucional?). Luego de conversar con distintos actores políticos, la misión exhortó a un diálogo nacional. Los partidos mayoritarios respondieron que los que dialogarían serían únicamente ellos, echándole más leña al fuego rechazando la mediación de la OEA y del mismo Cardenal Obando. Esto demuestra que en política lo importante no es tener razón, sino que se la den a uno.
La situación iba tornándose cada vez más exasperante y crítica para don Enrique. En el discurso de hace una semana en Bilwi, Daniel Ortega lo calificó de “ladrón igual o peor que Alemán, cobijado en su inmunidad para no caer preso y no ser destituido de su cargo” y señaló que el FSLN solicitaría su desafuero por los delitos de corrupción. Este discurso violento ensanchó los rumores de una destitución inmediata a las elecciones municipales. Pero la política es tan cambiante que en una semana un nuevo discurso de Ortega anuló al anterior. Algo así como las sabias palabras de Pi i Margall, quien escribió que las convicciones políticas son como la virginidad: una vez perdidas, no vuelven a recobrarse.
En un giro de 180 grados Ortega “reformuló” este sábado sus planteamientos, asegurando que el FSLN no votará por su destitución. La gentileza alcanzó una especie de perdón divino, cuando manifestó que esperarán a que Bolaños termine su período para que después enfrente a la ley. “Esa es una decisión política”, indicó Ortega. ¿Pero por qué el FSLN decide esperar?
No podemos sino teorizar. Una decisión “apegada a Derecho” obliga a investigarlo, desaforarlo y hacer que responda ante los tribunales correspondientes y no acorazado desde la inmunidad. Como bien dijo don Enrique: nadie estará encima de la ley. Resultan completamente absurdas esas ideas de que los gobernantes deben cumplir su mandato y, hasta después, enfrentar la justicia. Si Bolaños (o cualquier otro funcionario público) hizo o está haciendo actos de corrupción debe ser separado ipso facto de su cargo, para evitar que más dinero del pueblo se desangre en manos de unos ladrones de saco y corbata.
Especulemos (esa arma que tanto nos gusta a los escritores). Acompáñeme amigo lector, seamos cómplices y cavilemos: hmmm, destituir a Bolaños es sinónimo de quitar al presidente y al vicepresidente (José Rizo) porque los delitos electorales cubren “la fórmula presidencial”. La Constitución Política establece que la Asamblea, con 2/3 de sus diputados, puede separar definitivamente al presidente y a su vice bajo la razón de “incapacidad total” (art. 149, p. 7). En este caso, (art. 149, p. 12), el presidente de la Asamblea asumiría el cargo de presidente de la República y la Asamblea nombraría a los nuevos Vicepresidente de la República y presidente de la Asamblea, siempre sacados dentro de los miembros del Legislativo. Reflexionemos.
¿Le conviene al FSLN (con sus 38 votos) destituir a don Enrique? No. Al menos no ahorita con el PLC dominando la Junta Directiva de la Asamblea. A Bolaños le quedan dos años más como presidente y quedan dos legislaturas. ¿Qué pasará? Mi pronóstico es una dura lucha por la presidencia de la Asamblea en la próxima legislatura y, sí el FSLN la logra, no será sorpresa la destitución del señor del Raizón. Si no la logran el próximo año, no vale la pena destituirlo en el 2006 para “arrullarse” en la silla presidencial por un año.
Al FSLN le conviene seguir negociando con Bolaños como presidente y no con la facción arnoldista del PLC (Quiñónez, Navarro, Noguera y Cía. Ltda.). Además, no le conviene que el PLC tenga el mando del Legislativo y del Ejecutivo. Por lo tanto, Don Enrique puede respirar profundo y tranquilo, al menos hasta enero próximo y sí y sólo sí el FSLN no logra el mando del primer poder del Estado (catapulta a la presidencia de la República en caso de una destitución).
Esto trae a colación la leyenda de Horacio y Cicerón sobre Damocles, cortesano de Dionisio I el Viejo. En una ocasión Damocles (¿Bolaños?) reprochó a su soberano (¿Arnoldo Alemán?) sobre la grandiosidad y despilfarro (¿la corrupción?) de “los dirigentes”, a lo que Dionisio respondió invitándolo a un banquete ostentoso (¿el famoso dedazo que lo hizo presidente?), donde Damocles disfrutó de los deleites de la mesa hasta que descubrió una espada afilada que colgaba sobre él, sujetada débilmente por un hilo. Esa espada puede caer sobre Bolaños en cualquier momento. En la política, como dijo Machado, sólo triunfa quien pone el barco donde sopla el aire, y jamás quien pretende que sople el aire donde pone el barco.
El panorama es evidente: Bolaños no supo a tiempo donde poner el barco y ahora puede ser demasiado tarde si el FSLN gana la presidencia de la Asamblea el próximo enero.