Legislar la clonación terapéutica: ¿estamos listos?
“Las soluciones a los problemas más complicados se encuentran en los dos lugares menos pensados por el hombre: a su alrededor y en sí mismo”.
El tema de la clonación es, en una palabra, fascinante. Noticias recientes, así como el ya tan acostumbrado debate entre los “sí” y los “no” alrededor de la legalización de la clonación terapéutica ha movido (y dividido) a la comunidad científica. Lo admito, podré ser criticado por no ser científico, pero tengo un rango superior: en mi calidad de ser humano, máxima jerarquía de toda división político-jurídico-social, reflexionaré alrededor de este tema.
Ciertamente, el hecho de que el hombre logre, en algún punto de la progresiva evolución de sus conocimientos, la forma segura, efectiva y confiable de usar la ciencia para reproducir órganos y usarlos en transplantes y salvar vidas, es algo galácticamente positivo. Sin embargo, la pared en que se estrellan todas estas pretensiones no es otra que la misma realidad que vivimos al día de hoy, 30 de marzo de 2004: apenas iniciamos a entender el proceso de la manipulación genética, los conocimientos que tenemos son escasos en comparación con los grandes anhelos que buscamos. Lo que sabemos es una gota, lo que desconocemos es el océano. Así, intentar legislar a favor de la clonación terapéutica se transforma no en una solución a nuestros problemas, sino en la posibilidad de un problema mucho mayor al original.
Contraargumentos al párrafo anterior: 1) no podemos cerrar los ojos los avances logrados de la ciencia; 2) legislando a favor de la clonación podremos salvar miles de personas que mueren en espera de un órgano vital; 3) las soluciones que nos podrá dar la clonación son infinitas; entre otros. PERO no podemos correr sin antes aprender a caminar. Todo el mundo trata de realizar algo grande, sin darse cuenta que las soluciones en la vida se componen de cosas pequeñas. Los remedios a nuestros problemas actuales no están en un libro de ciencia ficción, sino al alcance de nuestras manos.
Si se habla de respeto a la vida, de dignidad, de humanismo, de fraternidad, debemos pensar en una solución más completa: una concientización de la población seguida de una ley a favor del servicio humanitario, que permita la donación voluntaria de los órganos y tejidos sanos de personas que han fallecido o pacientes terminales. Es falso que no existan órganos para transplantes en el mundo, no existe una concientización por parte de la sociedad a favor de la donación. Preguntémonos, ¿cuál es la injusticia? ¿Qué no legislemos a favor de experimentos de clonación que aún están en pañales? ¿o que un corazón sano se entierre junto con el cuerpo completo de una persona fallecida, porque no se nos ha enseñado a pensar en los demás?
¿Queremos soluciones en cuento a los transplantes de órganos? Miles y miles de personas mueren día a día, según cifras de la OMS cada minuto mueren en el mundo alrededor de 40 personas, haciendo cálculos, esto representa una cifra enorme de corazones, pulmones, hígados, riñones, etcétera que pueden ser usados a favor de alguien que lo necesita. ¿cuál mejor solución que esa?
No podemos dudar que la clonación humana se convierta en una solución en el futuro, pero mientras tanto, no podemos arriesgarnos a crear expectativas que no funcionan hoy día, cuando enfrente de las narices tenemos una solución que sí funciona. Cuando el sabio apunta al sol, el tonto observa el dedo, ¿o no?
El tema de la destrucción del embrión humano en la clonación terapéutica:
Apuntaba Carl Sagan, científico estadounidense:
Vivimos en una sociedad profundamente dependiente de la ciencia y de la tecnología, y en la que ni los mismos científicos conocemos de éstas. Ello constituye una fórmula segura para el desastre.
Este subtema es sencillo. En una de las necesidades de la clonación terapéutica se exige la necesidad de la destrucción de un embrión humano para la extracción de los códigos genéticos. PERO la destrucción de un embrión humano para encontrar la curación de una enfermedad es totalmente inaceptable. Más inaceptable es, pretender elevar a nivel de ley esta actividad, como han pretendido muchos seudo-científicos.
La clonación, cualquiera fuese su fin último, ya sea clonación humana, animal, de alimentos o de órganos es algo totalmente nuevo, que no sólo choca contra el mismo desconocimiento del este actividad, sino además contra paredes morales, éticas y jurídicas. Legislar, elevar a ley un tema, es aceptar que esto que vamos a legalizar es parte efectiva y fundamental de nuestra vida diaria, y que esta en concordancia con las principales fuentes del derecho: la ley y la costumbre. ¿Conocemos realmente de que se trata la clonación? ¿Es realmente efectiva la clonación actualmente?
Las respuestas a todas estas preguntas apuntan a un NO. Pero es quizás la efectividad de la clonación a lo que debemos prestarle más atención: para poder dar lugar a un embrión exitosamente clonado es necesario sacrificar de 100 a mil embriones. Y si partimos de la realidad que constituye un embrión como primera fase del desarrollo de una persona, esto se traduce en matar, sacrificar, de 100 a mil personas para poder hacer uso de un embrión clonado, que después de tanto esfuerzo, no tendremos la seguridad de que realmente nos dará los resultados esperados. Las consecuencias son muchas: Si legalizamos la clonación estaríamos con la realidad de un alto coste en vidas embrionarias durante muchos años -décadas- antes de que pueda ser previsto un proceso de clonación "limpio", que no suponga este daño.
La expansión de la clonación podría conducir a riesgos más universales, que se experimentarían a largo plazo, consecuencia de la ruptura del fenómeno de la diversidad genética, que se estima una garantía asegurada por la evolución como salvaguarda de la conservación de las especies vivas.
Es tanta la inseguridad en el tema, que ni los propios médicos y científicos logran un consenso alrededor del tema. Cuando los médicos no se ponen de acuerdo, ¿quién es el que decide? ¿Podemos legalizar algo que en que ni siquiera los entendidos de la materia pueden ponerse de acuerdo? No podemos. Es por eso que la propuesta de legalizar la clonación con fines terapéuticos no es válida.
Termino con una frase del maestro alemán:
¿Por qué esta magnifica tecnología científica, que ahorra trabajo y nos hace la vida más fácil, nos aporta tan poca felicidad? La respuesta está, simplemente, porque aún no hemos aprendido a usar lo que tenemos de una manera ordenada.
El autor todavía es humano.